No había cumplido los diez años cuando una mañana su madre le
confesó que su padre no estaba muerto. “Vamos a encontrarnos con él”, le dijo.
El hombre al que llevaba rezando cada noche durante años de repente aparecía en
un hotel de Piura, donde ellos vivían con su familia materna. Y no sólo eso, se
los llevaba inmediatamente a Lima. Ese hombre era Ernesto Vargas y convertiría,
a base de fuerza, a aquel pequeño Mario en el gran escritor peruano del siglo
XX. En el autor de La ciudad y los perros, el libro que abrió la puerta al boom
latinoamericano.