jueves, 14 de febrero de 2019

Carlos Marx y Federico Engels sobre el amor


Durante muchos años los herederos no dieron a conocer las cartas familiares de Carlos Marx. Una parte de ellas aparecieron varios decenios después de su muerte, y muchas otras únicamente en los últimos años. Estas cartas arrojan nueva luz no sólo sobre las relaciones de Marx y su esposa Jenny, sino también sobre la actitud que tenía el gran pensador hacía el amor, la familia y el matrimonio

En su famosa confesión, al contestar cuál era su aforismo preferido, Marx adujo las palabras de Terencio: << Nada de lo que es humano me es extraño>>.
Eleonora, hija menor de Carlos Marx, escribía sobre su padre: <<No hay leyenda más graciosa que la pinta a Marx como la persona dura, sombría e intratable… Semejante retrato del hombre más vivo y jovial de cuantos he conocido, con un derroche de humor y alegría de vivir rebosante, con una sonrisa contagiosa e irresistible; del más amable, delicado y sensible de los camaradas, siempre ha asombrado y entretenido mucho a todos los que lo conocían>>.
Era un hombre en todo y, por eso, en su doctrina no eludió ningún problema de la vida humana, incluido el problema del amor.
En su trabajo más temprano, manuscrito de 1844, el joven Marx escribía: <<si amas sin provocar amor reciproco, es decir, si tu amor, en cuanto amor, no provoca el amor reciproco, si por tu manifestación vital como hombre amante no te transformas en hombre amado, tu amor es impotente y eso es una desgracia>>.
            El sentido de estas líneas es muy simple: el amor debe ser reciproco. Así debe ser, pero en una sociedad donde reina la propiedad privada las relaciones entre la gente quedan, con frecuencia, alteradas. Marx muestra cómo las propiedades del dinero se convierten en propiedades del propio hombre: <<soy feo, pero puedo comprarme la más hermosa mujer. Por tanto, no soy feo, porque el efecto de la fealdad, su fuerza repugnante, queda anulada por el dinero>>. <<transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la virtud en vicio, el vicio en virtud, el criado en amor, el amo en criado, el cretinismo en inteligencia, la inteligencia en cretinismo>>. << El dinero es la fraternización de las imposibilidades. Obliga a que se abrace lo que se contradice>>.
            Al mundo del capital y del afán de lucro, Marx le opone el futuro, una sociedad verdaderamente humana; a las relaciones pervertidas entre la gente, las relaciones auténticamente humanas. << Si supones al hombre en cuanto hombre –escribía– y su relación con el mundo como una relación humana, sólo puedes cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc. >> Sólo de existir una premisa así, opina Marx, sólo en una sociedad verdaderamente humana, la reciprocidad será la forma normal en que se manifieste el amor.
            Hace 70 años, Eleonora Marx dio a conocer algunas líneas de una carta no publicada de su padre, con las siguientes palabras de introducción:
            <<Durante toda la vida Marx no sólo amo a su mujer, sino que estuvo enamorado de ella. Tengo delante de mí una apasionada carta de amor, que aparece escrita por un joven Marx de 18 años; Marx la escribió en 1856, después de que Jenny le hubiera seis hijos. En 1863 Marx escribía desde Tréveris, a donde le había llevado la muerte de su madre: <<Cada día que voy a rendir tributo a la vieja casa de los westphalen (en la calle de Roma), que me atrae más que todas las antigüedades romanas, pues me hace recordar los felices días de mi juventud. Aquí en otros tiempos, estaba mi tesoro más preciado. Además cada día y en todas partes me preguntan que dónde está <<la más bella mujer de Tréveris>>, << la reina de los bailes>>. Es muy grato para un hombre saber que su mujer continua viviendo en la imaginación de toda una sociedad como una princesa encantada>>.
            Al dar a conocer estas líneas de la carta de 1863, Eleonora no publicó ni una sola frase de la otra carta escrita en 1856, la misma que, según ella, es tan apasionada <<que parece escrita por un joven de 18 años>>.  Durante más de cien años, esta carta se conservó en la familia de Marx y sus descendientes, sin que ni siquiera los estudiosos pudieran tener acceso a ella. Apareció en la prensa solamente en 1962. He aquí fragmentos de esta carta:
            <<Amor mío:
            …En cuanto nos separa un espacio, me convenzo en seguida de que el tiempo para mi amor como el sol y la lluvia para una planta: lo hace crecer. Apenas te alejas, mi amor por ti se me presenta tal como es en realidad: gigantesco; en él se concentran toda mi energía espiritual y toda la fuerza de mis sentidos… Sonreirás, mi amor, y te preguntarás que por qué he caído en la retórica.  Pero si yo pudiera apretar contra mi corazón el tuyo, puro y delicado, guardaría silencio y no dejaría escapar ni una sola palabra. Sin tener posibilidad de besarte, estoy obligado a recurrir a las palabras para transmitirte con su ayuda mis besos…
            <<Indudablemente, en el mundo hay muchas mujeres, y algunas de ellas son hermosas. Pero, ¿dónde podré encontrar otra cara en la que todo –cada facción e, incluso, cada arruga– despierte en mi los más fuertes y felices recuerdos de mi vida?..>>
            Como se sabe, el amor de Mar y Jenny Von Westphalen surgió y se desarrolló en condiciones que distaban mucho de ser ideales. Tuvieron que prometerse secretamente y luchar después con tesón, durante 7 largos años, por el derecho de contraer matrimonio. En aquel entonces, él era estudiante de una familia no rica y no noble, con perspectivas muy poco claras, aunque tenía un vehemente deseo de trabajar en aras de la humanidad. Ella, en cambio, procedía de una rica familia aristocrática. Poco antes de contraer, por fin, matrimonio, Marx escribía a uno de sus amigos: <<puedo asegurarle a Ud., sin un asomo de romanticismo, que estoy enamorado, y de forma seria. Llevamos más de 7 años de prometidos, y mi novia tuvo que sostener por la culpa mía una lucha encarnizada con sus parientes que casi arruinó su salud…>>
            Su vida común no empezó fácilmente, y les esperaban años y años de persecuciones, destierro y miseria. Tuvieron siete hijos, pero cuatro de ellos murieron en una pobreza casi proletaria. La sociedad burguesa, donde vivían y luchaban, se vengaba como podía. No obstante. Nada pudo ensombrecer su amor. He aquí lo que escribió Leonora sobre los últimos días de su madre, recordado el otoño de 1881, cuando Marx y Jenny estuvieron enfermos gravemente: <<Fue un tiempo terrible. En la habitación grande esta nuestra mamá, y al lado en la pequeña, se hallaba el <<Moro>>*… El <<Moro>> logró vencer una vez más la enfermedad. Nunca olvidaré aquella mañana cuando él se sintió lo bastante recuperado para pasar a la habitación de mamá. Al verse juntos rejuvenecieron, parecían más bien mozos enamorados que entran en la vida que un anciano semidoblegado por la enfermedad y una vieja mujer moribunda que se despedían para siempre>>.
            Después de la muerte de Carlos Marx, su correligionario y amigo más íntimo, Federico Engels, encontró entre los manuscritos un resumen del libro de L.H. Morgan La sociedad antigua, con numerosos apuntes hechos por Marx. Basándose en ellos, Engels escribió literalmente en dos meses su magnífica obra El origen de la familia, la propiedad y el estado, en el que consideraba <<en cierto sentido la ejecución de un testamento>>. Al tratar el problema del origen y la evolución de la familia, Engels desarrolla las ideas que tenía Marx sobre el amor. Detengámonos en las más importantes,
            Como todo fenómeno social, el amor sexual individual, afirma Engels no existió desde siempre; es un producto del desarrollo histórico y surgió no hace mucho relativamente. Engels da una definición del amor y nombra sus indicios más sustanciales.
            Hela aquí en forma abreviada: <<Nuestro amor sexual difiere esencialmente del simple deseo sexual… En primer término, supone la reciprocidad en el ser amado… En segundo término el amor sexual alcanza un grado de intensidad de duración que hace considerar a las dos partes la falta de relaciones íntimas y la separación como una gran desventura, si no la mayor de todas… Y, por último, nace un nuevo criterio moral para juzgar las relaciones sexuales. No se pregunta solamente: ¿son legítimas o ilegitimas?, sino también ¿son hijas del amor y de un afecto recíproco?>>
            Engels prevé que en la sociedad del futuro el amor será único y auténtico fundamento del matrimonio y que, a la hora de elegir esposo, no habrá otro motivo que no sea la inclinación recíproca. De Ahí se desprende: <<si el matrimonio fundado en el amor es el único moral, solo puede ser moral el matrimonio donde el amor persiste. Pero la duración del acceso del amor sexual es muy variable según los individuos, particularmente entre los hombres; en virtud de ello, cuando el afecto desaparezca o sea remplazado por un nuevo amor apasionado, el divorcio será un beneficio lo mismo para ambas partes que para la sociedad. Sólo que deberá ahorrarse a la gente el tener que pasar por un barrizal inútil de un pleito de divorcio>>.  
            Cuando únicamente el amor sea el fundamento del matrimonio, este será monógamo: <<dado que, por su propia naturaleza, el amor sexual es exclusivista…el matrimonio fundado en el amor sexual es, por su propia naturaleza monógamo>>. Después Engels formula una conclusión general: << Así pues lo que podemos conjeturar hoy acerca de la regularización de las relaciones sexuales después de la inminente supresión de la producción capitalista es, más que nada, de un orden negativo, y queda limitado, principalmente a lo que debe desaparecer. Pero, ¿qué sobrevendrá? Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que nunca se hayan encontrado en el caso de comprar a costa de dinero, ni con ayuda de ninguna otra fuerza social, el abandono de una mujer; y una generación de mujeres que nunca se hayan visto en el caso de entregarse a un hombre en virtud de otras consideraciones que las de un amor real, ni rehusar entregarse a un amante por miedo a las consecuencias económicas que ella puede traerles. Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismos su propia conducta, y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno…>>. 

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*Así llamaban a Marx en la familia
Fuente: Agencia de Prensa Nóvosti. (1980). Carlos Marx y Federico Engels sobre el amor. Sputnik, 22-27

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