Daria Morgendorffer es un ejemplo a seguir, un dibujo animado que siempre nos ha mostrado qué ser y no ser en la vida. Por eso, lee sus libros favoritos.
Si existe alguna animación que haya
marcado nuestras vidas habiendo sido niños, adolescentes o jóvenes que se
acercaban a la adultez dando tumbos, esa es “Daria”. Una serie traída a la vida
gracias a MTV cuando la difusora en verdad transmitía programación de calidad
(noventera) y no “Jersey Shore” ni “Teen Mom” en repetidos maratones de fin de
semana. Daria fue la respuesta a nuestras plegarias por algo que completara los
círculos del alternativismo que ya se daban a notar en aquellos años.
La utilización de referencias
intelectuales fue un recurso que se encargaba de resaltar la poca educación y
la falta de interés que muchas personas presentan en el común de los días; algo
con lo que muchos nos sentimos identificados en esa edad. Ciertas bandas,
determinadas películas y selectas obras de la literatura universal fueron el
pretexto ideal para retratar una supuesta civilización que con trabajos podía
contar los dedos de su mano.
Con una peculiar mirada sobre la
cultura popular homogeneizante que ha encarnado la nación yanqui, esta serie ha
logrado una sátira siempre vigente que mira con desprecio sus formas, sus
contenidos y sus mensajes aun cuando esto no signifique impedir su propagación
global. “Daria” ha sido el más legítimo intento por difundir otra perspectiva
de esa sociedad que pareciera increíble y auténtica a primera vista, pero que
esconde vacíos y sinsentidos tan grandes (o incluso más) como cualquier otra.
Las menciones del mundo de las letras
nunca fueron suficientes en el universo de Daria y los siguientes 57 títulos
son sólo algunos de esos que en alguna ocasión aparecieron o utilizaron como mensaje
oculto en la serie. Si no quieres ser el objetivo de sus burlas, ¿por qué no
empezar con estas lecturas?
“La Divina Comedia” de Dante
Alighieri
“Sensatez y sentimientos” de Jane
Austen
“La ciudad de cristal” de Paul Auster
“Rule
of the Bone” de Russell Banks
“How
to Win Friends and Influence People” de Dale Carnegie
“El corazón de las tinieblas” de
Joseph Conrad
“The
Red Badge of Courage” de Stephen Crane
“Fifth
Business” de Robertson Davies
“A
Journal of the Plague Year” de Daniel Defoe
“Los hermanos Karamazov” de Fyodor
Dostoyevsky
“La casa de los muertos” de Fyodor
Dostoyevsky
“Madame
Bovary” de Gustave Flaubert
“As I
Lay Dying” de William Faulkner
“El ruido y la furia” de William
Faulkner
“On
Moral Fiction” de John Gardner
“La vida y obra de Goya” de Pierre
Gassier
“Aullido y otros poemas” de Allen
Ginsberg
“The
Chess Garden” de Brooks Hansen
“Catch-22” de Joseph Heller
“La Ilíada” de Homero
“Daisy Miller” de Henry James
“La Metamorfosis” de Franz Kafka
“Crítica de la razón pura” de Immanuel Kant
“The
Dharma Bums” de Jack Kerouac
“Alguien voló sobre el nido del cuco”
de Ken Kesey
“Sons
and Lovers” de D.H. Lawrence
“Muerte en Venecia” de Thomas Mann
“Blood
Meridian, or the Evening Redness in the West” de Cormac McCarthy
“Moby
Dick” de Herman Melville
“Death
of a Salesman” de Arthur Miller
“1984” de George Orwell
“Rebelión en la Granja” de George
Orwell
“The Bell Jar” de Sylvia Plath
“El corazón delator” de Edgar A. Poe
“El ser y la nada” de Jean-Paul
Sartre
“La náusea” de Jean-Paul Sartre
“Black
Beauty” de Anna Sewell
“Macbeth”
de William Shakespeare
“Romeo
y Julieta” de William Shakespeare
“Frankenstein”
de Mary Shelley
“Babbitt”
de Sinclair Lewis
“El Archipiélago Gulag” de Aleksandr
Solzhenitsyn
“Angle
of Repose” de Wallace Stegner
“The
Grapes of Wrath” de John Steinbeck
“El Príncipe”
de Niccolò Machiavelli
“Our American Cousin” de Tom Taylor
“Walden” de Henry David Thoreau
“Anna Karenina” de Leo Tolstoy
“La guerra y la paz” de Leo Tolstoy
“The Leopard” de Giuseppe Tomasi di Lampedusa
“Henry y Glenn por siempre” de Igloo
Tornado
“La Aventuras de Huckleberry Finn” de
Mark Twain
“El príncipe y el mendigo” de Mark
Twain
“El arte de la guerra” de Sun Tzu
“Breakfast
of Champions” de Kurt Vonnegut
“La isla del Dr. Moreau” de H. G. Wells
“Ethan
Frome” de Edith Wharton
La realidad con la que este dibujo
animado se retrataba e imprimía en nuestra vida, con ligeros coqueteos
musicales y cinematográficos de la juventud a la que intentaba llegar, era
máxima; el prejuicio o la estereotipación de una era gobernada por la visión
norteamericana a partir de una chica extraña tan cliché como le fue posible
serlo, pero que representaba de mejor manera la autenticidad con la que alguien
podía seguir sus días en la mencionada década, fue una bocanada de aire fresco
para el entretenimiento casi adulto.
Fuente| Cultura Colectiva
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