miércoles, 15 de julio de 2020

5 poemas de Sully Prudhome


Seudónimo de René François Armand Prudhomme, poeta francés nacido en Paris en marzo de 1839.


Hijo de un comerciante francés, no pudo estudiar ingeniería por problemas de salud, y sólo terminó su educación en un Instituto Politécnico.


Después de un frustrado intento en la industria, y un empleo como ayudante en un bufete, ingresó como miembro de la «Conference La Bruyère», asociación literaria que lo animó a publicar los primeros poemas.


La primera colección "Estrofas y poemas" en 1865, caracterizada por la gran perfección en la forma, lo llevó a la fama.  Del resto de su obra, escrita bajo la influencia parnasiana, merecen destacarse "Cuaderno italiano" 1866, "Soledades" 1869, "Destinos" 1872, "La rebelión de las Flores" 1872, "Las vanas ternuras" 1875, "La Justicia" 1878 y "La felicidad" 1888. En 1881 fue elegido miembro de la 
Real Academia Francesa y en 1901 fue galardonado con el primer Premio Nobel de Literatura.


Murió en Paris en septiembre de 1907.

                             

          

A la orilla

 

Sentarse los dos a la orilla del agua que pasa

y verla pasar. Si se desliza una nube en el espacio,

verla, los dos, deslizarse.

Si en el horizonte humea un tejado de paja,

verlo humear.

Si alguna flor perfuma los alrededores,

perfumarse en ella también.

Si nos apetece algún fruto

que prueban las abejas,

probarlo.

Si en los bosques que lo escuchan,

canta algún pájaro,

escuchar.

 

A los pies de un sauce

donde el agua murmura,

oír el agua murmurar,

y no sentir pasar el tiempo

mientras dura ese sueño,

ni poner una pasión profunda

más que en adorarse.

 

No preocuparse de las mundanales querellas,

ignorarlas.

¡Y, solos, felices sin cansarse ante todo lo que cansa,

sentir, ante todo lo que pasa,

no pasar el amor!

 

Versión de Max Grillo

                                                 

 

Cadenas

 

Queriendo amarlo todo creció mi desventura,

y así de mi martirio multipliqué las fuentes.

De mi ser parten lazos frágiles y dolientes

hacia todas las cosas, para toda criatura.

 

Mi corazón atraen con igual atractivo

la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus velos;

por un rayo de oro van al sol mis anhelos;

voy, en la blonda red de una estrella, cautivo.

 

La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;

encadenan mi mano los pétalos que toca;

a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,

cadena es en mis labios el roce de una boca.

 

De tan caducos lazos mi existencia va uncida;

ser cautivo de todo lo que adoro es mi suerte;

a su menor quebranto suspensa está mi vida

cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.

 

Versión de Carlos López Narváez

 

 

El mejor momento del amor...

 

El mejor momento del amor

no es aquel en que se dice: «Te amo.»

Se halla en ese mismo silencio que está a punto

de romperse todos los días.

Está en la rápida y furtiva comprensión de los corazones.

Está en los fingidos rigores y en las secretas indulgencias.

Está en el estremecimiento del brazo

en que se apoya la mano temblorosa,

en esa página que volvemos juntos,

pero que ninguno de los dos leemos.

¡Momento único, en que los labios callan

y dicen tantas cosas con su pudor;

en que se abre el corazón,

estallando quedamente como un botón de rosa!

En que el solo perfume de los cabellos

parece un favor conquistado.

¡Momento de deliciosa ternura,

en que el respeto mismo es una confesión!

 

Versión de Max Grillo

 

 

La costumbre

 

La costumbre es una forastera

que suplanta a nuestra razón,

una vieja ama de casa que se instala en el hogar.

Es discreta, humilde y leal.

Conoce todos los rincones.

Nunca nos ocupamos de ella

porque sus atenciones son invisibles.

 

Conduce los pasos del hombre

por el camino que él hubiera elegido.

Sabe los fines que este persigue

sin que él haya de señalárselos,

y le dice con voz queda: «Por aquí. »

 

Trabajando en silencio para nosotros

con ademán seguro y siempre idéntico,

tiene la vigilancia en la mirada

y la dulzura del sueño en los labios.

Pero imprudente aquel

que se abandone a su yugo, una vez conocido!

 

Esta vieja de paso monótono

va adormeciendo la joven libertad,

y todos los que, insensiblemente,

se han dejado ganar por su fuerza oscura,

son hombres por la fisonomía,

pero son cosas por los movimientos.

 

Versión de Max Grillo

 

 

Una cita

 

En este nido furtivo

en que nos encontramos los dos solos,

¡oh alma querida, cuán agradable es olvidarse

de los hombres estando tan cerca de ellos!

 

Para que la hora que huye

vaya más lentamente, para gozar de ella

no es necesaria una alegría ruidosa. Hablemos quedo.

Temamos acelerarla con un gesto,

con una palabra, incluso con un soplo.

Es tan celeste, que hemos de procurar

no perder uno solo de sus momentos.

 

Para sentirla bien nuestra,

para que no se gaste, estrechémonos

el uno contra el otro sin movernos.

Sin levantar siquiera los párpados, imitemos

el casto reposo de esos viejos castellanos de piedra,

de ojos cerrados, cuyos cuerpos inmóviles

y vestidos de pies a cabeza se han callado en el mausoleo,

lejos de sus almas, que emprendieron el vuelo.

 

Dormitemos gravemente como ellos,

en una alianza más sublime que las uniones terrenales.

Porque para nosotros pasaron ya los ardores

del amor joven que puede terminar.

Nuestros corazones ya no necesitan labios para unirse,

ni palabras solemnes para transformar el culto en deber,

ni espejismo de las pupilas para verse.

 

No me obligues a jurar de nuevo que te amo,

no me obligues a decirte cuánto otra vez.

Gocemos de la felicidad, aunque sea sin juramentos.

Saboreemos la ternura que diviniza los dolores

en lo que nuestras lágrimas nos dicen silenciosamente.

 

Amada, en este inefable remanso

se adormece hechizado el deseo

y se sueña en el amor como se sueña en la muerte.

Parece que se siente el fin del mundo.

El universo parece zozobrar o hundirse

en una caída suave y profunda.

 

El alma se aligera de sus cargas

por la inmensa huida de todo lo existente,

y la memoria se funde como si fuera de nieve.

En torno nuestro parece aniquilada

toda la vida ardiente y triste. Para nosotros

ya no existe nada; nada mas que el amor.

 

Amemos en paz. La noche es lóbrega

y el pálido fulgor de la antorcha se va extinguiendo.

Pudiéramos creemos en la tumba.

Dejémonos sumergir en los fúnebres mares

y adormecer por sus tinieblas

como después del último suspiro...

 

¿No es cierto que hace mucho tiempo

estamos juntos bajo tierra? Escucha cómo los pasos

estremecen el suelo encima de nosotros.

Mira desaparecer a lo lejos

las innúmeras noches del pasado como una sombría

bandada de cuervos que huyen hacia el Norte,

y disminuir a lo lejos la blancura de los viejos días,

como una inmensa nube de cigüeñas ¡que nunca han de volver!

 

¡Qué extraña y dulce es la velada de nuestros corazones

lejos de la esfera llena de sol cuyos rigores hemos soportado!

Ya no sé qué aventura apagó antaño nuestros ojos,

ni desde cuándo ni en qué cielo transcurre nuestro éxtasis.

 

Las cosas de la antigua vida

han huido por completo de mi memoria; pero,

en todo lo que alcanzan mis recuerdos, siempre te he amado.

¿Qué ser bienhechor hizo erigir este lecho?

¿Qué himeneo dejó para siempre tu mano en mi mano?

Pero no importa, amada mía.

Durmamos bajo nuestros ligeros sudarios,

solos al fin por toda la feliz eternidad.

 

Versión de Max Grillo


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