Seudónimo
de René François Armand Prudhomme, poeta francés nacido en Paris en
marzo de 1839.
Hijo de un comerciante francés, no pudo estudiar ingeniería
por problemas de salud, y sólo terminó su educación en un Instituto Politécnico.
Después de un frustrado intento en la industria, y un empleo
como ayudante en un bufete, ingresó como miembro de la «Conference La Bruyère», asociación
literaria que lo animó a publicar los primeros poemas.
La primera colección "Estrofas y poemas" en 1865, caracterizada por la gran
perfección en la forma, lo llevó a la fama. Del resto de su obra, escrita
bajo la influencia parnasiana, merecen destacarse "Cuaderno italiano" 1866, "Soledades" 1869, "Destinos" 1872, "La rebelión de las
Flores" 1872, "Las vanas ternuras" 1875, "La
Justicia" 1878 y "La felicidad" 1888. En 1881 fue elegido miembro de la Real Academia Francesa y en 1901 fue
galardonado con el primer Premio Nobel de Literatura.
Murió en Paris en septiembre de 1907.
A la
orilla
Sentarse los dos a la orilla del agua que
pasa
y verla pasar. Si se desliza una nube en el
espacio,
verla, los dos, deslizarse.
Si en el horizonte humea un tejado de paja,
verlo humear.
Si alguna flor perfuma los alrededores,
perfumarse en ella también.
Si nos apetece algún fruto
que prueban las abejas,
probarlo.
Si en los bosques que lo escuchan,
canta algún pájaro,
escuchar.
A los pies de un sauce
donde el agua murmura,
oír el agua murmurar,
y no sentir pasar el tiempo
mientras dura ese sueño,
ni poner una pasión profunda
más que en adorarse.
No preocuparse de las mundanales querellas,
ignorarlas.
¡Y, solos, felices sin cansarse ante todo lo
que cansa,
sentir, ante todo lo que pasa,
no pasar el amor!
Versión de Max Grillo
Cadenas
Queriendo amarlo todo creció mi desventura,
y así de mi martirio multipliqué las fuentes.
De mi ser parten lazos frágiles y dolientes
hacia todas las cosas, para toda criatura.
Mi corazón atraen con igual atractivo
la Verdad con sus faros, lo Ignoto con sus
velos;
por un rayo de oro van al sol mis anhelos;
voy, en la blonda red de una estrella,
cautivo.
La cadencia es cadena que mi alma esclaviza;
encadenan mi mano los pétalos que toca;
a mis ojos, cadena les pone una sonrisa,
cadena es en mis labios el roce de una boca.
De tan caducos lazos mi existencia va uncida;
ser cautivo de todo lo que adoro es mi
suerte;
a su menor quebranto suspensa está mi vida
cual si diera llamadas en mi pecho la Muerte.
Versión de Carlos López Narváez
El
mejor momento del amor...
El mejor momento del amor
no es aquel en que se dice: «Te amo.»
Se halla en ese mismo silencio que está a
punto
de romperse todos los días.
Está en la rápida y furtiva comprensión de
los corazones.
Está en los fingidos rigores y en las
secretas indulgencias.
Está en el estremecimiento del brazo
en que se apoya la mano temblorosa,
en esa página que volvemos juntos,
pero que ninguno de los dos leemos.
¡Momento único, en que los labios callan
y dicen tantas cosas con su pudor;
en que se abre el corazón,
estallando quedamente como un botón de rosa!
En que el solo perfume de los cabellos
parece un favor conquistado.
¡Momento de deliciosa ternura,
en que el respeto mismo es una confesión!
Versión de Max Grillo
La
costumbre
La costumbre es una forastera
que suplanta a nuestra razón,
una vieja ama de casa que se instala en el
hogar.
Es discreta, humilde y leal.
Conoce todos los rincones.
Nunca nos ocupamos de ella
porque sus atenciones son invisibles.
Conduce los pasos del hombre
por el camino que él hubiera elegido.
Sabe los fines que este persigue
sin que él haya de señalárselos,
y le dice con voz queda: «Por aquí. »
Trabajando en silencio para nosotros
con ademán seguro y siempre idéntico,
tiene la vigilancia en la mirada
y la dulzura del sueño en los labios.
Pero imprudente aquel
que se abandone a su yugo, una vez conocido!
Esta vieja de paso monótono
va adormeciendo la joven libertad,
y todos los que, insensiblemente,
se han dejado ganar por su fuerza oscura,
son hombres por la fisonomía,
pero son cosas por los movimientos.
Versión de Max Grillo
Una
cita
En este nido furtivo
en que nos encontramos los dos solos,
¡oh alma querida, cuán agradable es olvidarse
de los hombres estando tan cerca de ellos!
Para que la hora que huye
vaya más lentamente, para gozar de ella
no es necesaria una alegría ruidosa. Hablemos
quedo.
Temamos acelerarla con un gesto,
con una palabra, incluso con un soplo.
Es tan celeste, que hemos de procurar
no perder uno solo de sus momentos.
Para sentirla bien nuestra,
para que no se gaste, estrechémonos
el uno contra el otro sin movernos.
Sin levantar siquiera los párpados, imitemos
el casto reposo de esos viejos castellanos de
piedra,
de ojos cerrados, cuyos cuerpos inmóviles
y vestidos de pies a cabeza se han callado en
el mausoleo,
lejos de sus almas, que emprendieron el
vuelo.
Dormitemos gravemente como ellos,
en una alianza más sublime que las uniones
terrenales.
Porque para nosotros pasaron ya los ardores
del amor joven que puede terminar.
Nuestros corazones ya no necesitan labios
para unirse,
ni palabras solemnes para transformar el
culto en deber,
ni espejismo de las pupilas para verse.
No me obligues a jurar de nuevo que te amo,
no me obligues a decirte cuánto otra vez.
Gocemos de la felicidad, aunque sea sin
juramentos.
Saboreemos la ternura que diviniza los
dolores
en lo que nuestras lágrimas nos dicen
silenciosamente.
Amada, en este inefable remanso
se adormece hechizado el deseo
y se sueña en el amor como se sueña en la
muerte.
Parece que se siente el fin del mundo.
El universo parece zozobrar o hundirse
en una caída suave y profunda.
El alma se aligera de sus cargas
por la inmensa huida de todo lo existente,
y la memoria se funde como si fuera de nieve.
En torno nuestro parece aniquilada
toda la vida ardiente y triste. Para nosotros
ya no existe nada; nada mas que el amor.
Amemos en paz. La noche es lóbrega
y el pálido fulgor de la antorcha se va
extinguiendo.
Pudiéramos creemos en la tumba.
Dejémonos sumergir en los fúnebres mares
y adormecer por sus tinieblas
como después del último suspiro...
¿No es cierto que hace mucho tiempo
estamos juntos bajo tierra? Escucha cómo los
pasos
estremecen el suelo encima de nosotros.
Mira desaparecer a lo lejos
las innúmeras noches del pasado como una
sombría
bandada de cuervos que huyen hacia el Norte,
y disminuir a lo lejos la blancura de los
viejos días,
como una inmensa nube de cigüeñas ¡que nunca
han de volver!
¡Qué extraña y dulce es la velada de nuestros
corazones
lejos de la esfera llena de sol cuyos rigores
hemos soportado!
Ya no sé qué aventura apagó antaño nuestros
ojos,
ni desde cuándo ni en qué cielo transcurre
nuestro éxtasis.
Las cosas de la antigua vida
han huido por completo de mi memoria; pero,
en todo lo que alcanzan mis recuerdos,
siempre te he amado.
¿Qué ser bienhechor hizo erigir este lecho?
¿Qué himeneo dejó para siempre tu mano en mi
mano?
Pero no importa, amada mía.
Durmamos bajo nuestros ligeros sudarios,
solos al fin por toda la feliz eternidad.
Versión de Max Grillo
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por dedicarle tu tiempo a mi blog! Espero que la entrada te haya gustado y no dudes en dejar tu opinión en un comentario ♥ (Por favor no dejes spam)