En
1967 JULIO CORTÁZAR fue invitado a colaborar con la revista Casa de las
Américas. Debía escribir un ensayo en torno a la situación de los intelectuales
latinoamericanos por aquellos tiempos. El argentino cumplió sin demorarse pero
entregando un trabajo epistolar. La carta abierta, fechada el 10 de mayo de
1967 y dirigida al poeta cubano Roberto Fernández Retamar, le permitió a
Cortázar dar cuenta del carácter voluntario de su exilio en París, donde por
entonces ya había vivido más de 15 años, y destacar cuáles eran para él las
raíces de lo latinoamericano, la definición de lo autóctono, la cultura
regional y la visión supranacional.
Antes
de promediar el texto, que se publicó por primera vez en La Habana, en el Nº 45
de Casa de las Américas, dice Cortázar: "El telurismo, como entiende entre
ustedes un Samuel Feijoo, por ejemplo, me es profundamente ajeno por estrecho,
parroquial y hasta diría aldeano; puedo comprenderlo y admirarlo en quienes no
alcanzan, por razones múltiples, una visión totalizadora de la cultura y de la
historia, y concentran todo su talento en una labor `de zona`, pero me parece
un preámbulo a los peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte
en el credo de escritores que, casi siempre por falencias culturales se obstinan
en exaltar los valores del terruño contra los valores a secas, el país contra
el mundo".
Más
adelante, ingresando ya en una especie de análisis altanero donde el destino de
la producción propia se usa como argumento incontrastable, agrega Cortázar:
"me asombra que a veces no se advierta hasta qué punto el eco que han
podido despertar mis libros en Latinoamérica se deriva de que proponen una
literatura cuya raíz nacional y regional está como potenciada por una
experiencia más abierta y más compleja, y en la que cada evocación o recreación
de lo originalmente mío alcanza su extrema tensión gracias a esa apertura sobre
y desde un mundo que lo rebasa y en último extremo lo elige y lo
perfecciona".
El
13 de mayo, en el "Primer diario", anticipado en el Nº 6 de la
revista Amaru correspondiente al trimestre abril/junio de 1968 -y luego
incluido en la novela póstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo- José
María Arguedas decidió contragolpear. Entre los receptores de la polémica,
desde entonces también las opiniones y balances críticos aparecen divididos.
Mario Vargas Llosa, por ejemplo, opinó que Cortázar llevó la razón de modo
transparente de principio a fin. Pero hubo y hay otros análisis a tener en
cuenta.
Causas
del escritor. En su primera respuesta, en pocas palabras Arguedas opinó que
Cortázar aparecía decidido a "aguijonear con su `genialidad`, con sus
solemnes convicciones de que mejor se entiende la esencia de lo nacional desde
las altas esferas de lo supranacional".
Aunque
también hay quienes definieron la polémica en cuestión como "un diálogo de
sordos", lo cierto es que no lo fue en todo momento. Resultó por pasajes
un combate en extremo complejo, debido a la multiplicidad de planteos, sea a
nivel intelectual, psicológico, ético o estético.
Sin
caer aquí en anacronismos, sino a la luz de elaboraciones teóricas que ya se
planteaban en la segunda mitad del siglo XX, puede decirse que Arguedas
aparecía defendiendo una literatura transcultural, no meramente regional,
aunque no siempre lo estableciera con claridad. Por otro lado, aun sin
proponérselo, fustigaba lo que hoy puede interpretarse como una especie de
literatura transnacional (o "visión des-nacionalizada", término que
usó Cortázar aunque sólo para referirse a su alegría de haber salido de la
Argentina y así haber podido seguir desde Europa la revolución cubana). En la
carta, Cortázar llega a confesar: "si me hubiera quedado en la Argentina,
mi madurez de escritor se hubiera traducido de otra manera, probablemente más
perfecta y satisfactoria para los historiadores de la literatura, pero
ciertamente menos incitadora, provocadora y en última instancia fraternal para
aquellos que leen mis libros por razones vitales y no con vistas a la ficha
bibliográfica o la clasificación estética". Más adelante, su planteo
transnacional (o "planetario", como lo llama) queda otra vez
parcialmente en evidencia: "la argentinidad de mi obra ha ganado en vez de
perder por esa ósmosis espiritual en la que el escritor no renuncia a nada, no
traiciona nada, sino que sitúa su visión en un plano donde sus valores
originales se insertan en una trama infinitamente más amplia y más rica y por
eso mismo -como de sobra lo sé yo aunque otros lo nieguen- ganan a su vez en
amplitud y riqueza, se recobran en lo que pueden tener de más hondo y de más
valedero".
La
transculturación en cambio se presentaba descripta ya desde los años ´40 del
siglo XX (según lo enunció el antropólogo cubano Fernando Ortiz en el libro
Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar) como un proceso de choques y encuentros
creativos entre diversas culturas, donde una adquiere elementos de otra. Esta
idea fue asumida y empezada a reformular a comienzos de los ´70 por el crítico
uruguayo Ángel Rama, quien justamente citó como ejemplo de narrador de la
transculturación a José María Arguedas, junto a Rulfo, Guimaraes Rosa y García
Márquez.
Profesionales.
Según Cortázar, en el tercer mundo la profesión de escritor a fines de los ´60
aún merecía casi siempre "una mirada de reojo". Arguedas por su parte
afirma también en su Primer Diario, el 15 de mayo: "había decidido hablar
hoy algo sobre el juicio de Cortázar respecto del escritor profesional. Yo no
soy escritor profesional, Juan (Rulfo) no es escritor profesional, ese García
Márquez no es escritor profesional. ¡No es profesión escribir novelas y
poesías! O yo, con mi experiencia nacional, que en ciertos resquicios sigue
siendo provincial, entiendo provincialmente el sentido de esta palabra oficio
como una técnica que se ha aprendido y se ejerce específicamente, orondamente
para ganar plata. Soy en ese sentido un escritor provincial; sí, mi admirado
Cortázar; y, errado o no, así entendí que era don Joao (Guimaraes Rosa) y que
es don Juan Rulfo. Porque de no, Juan, que conoce al infinito el oficio, no
debería ser pobre. Yo tuve que estudiar etnología como profesión; el Embajador
(Guimaraes Rosa) fue médico; Juan se quedó en empleado. Escribimos por amor,
por goce y por necesidad, no por oficio. Eso de planear una novela pensando en
que con su venta se ha de ganar honorarios, me parece cosa de gente muy metida
en las especializaciones. Yo vivo para escribir, (...) para interpretar el caos
y el orden. ¡Ah! La última vez que vi a Carlos Fuentes, lo encontré escribiendo
como a un albañil que trabaja a destajo. Tenía que entregar la novela a plazo
fijo. Almorzamos, rápido, en su casa. Él tenía que volver a la máquina. Dicen
que eso mismo les sucedía a Balzac y a Dostoievski. Sí, pero como una
desgracia, no como una condición de la que se enorgullecieran".
Provincianos.
El 17 de mayo Arguedas subrayó una obsesión desafiante, pero no
"idiota" como la calificó Cortázar: "Así somos los escritores de
provincias -dice Arguedas-, estos que de haber sido comidos por los piojos,
llegamos a entender a Shakespeare, a Rimbaud, a Poe, a Quevedo, pero no el
Ulises. ¿Cómo? Dispénsenme. En esto de escribir del modo como lo hago ahora
¿somos distintos los que fuimos pasto de los piojos en san Juan de Lucanas
(...), distintos de Lezama Lima o Vargas Llosa? No somos diferentes en lo que
estaba pensando al hablar de provincianos. Todos somos provincianos, don Julio
(Cortázar). Provincianos de las naciones y provincianos de lo supranacional que
es también, una esfera, un estrato bien cerrado, el del `valor en sí`, como
usted con mucha felicidad señala".
A
esto y otros cuestionamientos responderá Cortázar en la entrevista que publicó
la revista Life en español el 7 de abril de 1969. Como afirma Mabel Moraña -en
un trabajo incluido en el libro de varios autores José María Arguedas: hacia
una poética migrante editado por la Universidad de Pittsburgh en 2006-, con lo
que declara a Life, como en otras instancias de la polémica, Cortázar encarna:
"el cosmopolitismo europeizante, (...) frente al telurismo militante y
atormentado del peruano. (....) Arguedas, que ha pasado a representar dentro de
los estudios latinoamericanos el prototipo del productor cultural postcolonial,
defiende el vínculo entre su asentamiento `provinciano` (...) e,
implícitamente, el acceso a saberes locales. Cortázar, por su lado, fundamenta
los beneficios de la distancia (...). Podría decirse que en Cortázar se
representa de manera casi paradigmática la índole dual del migrante y la
necesidad de este sujeto de articular pérdida y reinserción cultural, el aquí y
el allá, las contradictorias relaciones con la lengua y la comunidad propias y
adoptadas, las nociones de identidad y diferencia, territorialidad y
forasterismo. (...) El ideal al que remite la visión de Cortázar depende de un
concepto de historia universal que no es ajeno a los modelos eurocentristas
-etnocentristas- que se aplicaran en América Latina desde la organización de
los estados nacionales".
Desde
parís. Entre mucho más, declaró Cortázar a Life: "De golpe me acuerdo de
un tango que cantaba Azucena Maizani: `No salgas de tu barrio, sé buena
muchachita, cásate con un hombre que sea como vos, etc.`, y toda esta cuestión
me parece afligentemente idiota en una época en que por una parte los jets y
los medios de comunicación les quitan a los supuestos `exilios` ese trágico
valor de desarraigo que tenían para un Ovidio, un Dante o un Garcilaso, y por
otra parte los mismos `exiliados` se sorprenden cada vez que alguien les pega
la etiqueta (...). Hablando de etiquetas, por ejemplo, José María Arguedas nos
ha dejado como frascos de farmacia en un reciente artículo publicado por la
revista peruana Amaru. Prefiriendo visiblemente el resentimiento a la
inteligencia, lo que siempre es de deplorar en un cronopio, ni Arguedas ni
nadie va a ir demasiado lejos con esos complejos regionales, de la misma manera
que ninguno de los `exiliados` valdría gran cosa si renunciara a su condición
de latinoamericano para sumarse más o menos parasitariamente a cualquier
literatura europea. A Arguedas le fastidia que yo haya dicho (en la carta
abierta a Fernández Retamar) que a veces hay que estar muy lejos para abarcar
de veras un paisaje, que una visión supranacional agudiza con frecuencia la
captación de la esencia de lo nacional. Lo siento mucho, don José María, pero
entiendo que su compatriota Vargas Llosa no ha mostrado una realidad peruana
inferior a la de usted cuando escribió sus dos novelas en Europa. (...) Cuando
usted dice que los escritores `de provincias`, como se autocalifica, entienden
muy bien a Rimbaud, a Poe y a Quevedo, pero no el Ulises, ¿qué demonios quiere
decir? ¿Se imagina que vivir en Londres o en París da las llaves de la
sapiencia? ¡Vaya complejo de inferioridad, entonces! (...) A manera de consuelo
usted agrega: `Todos somos provincianos, provincianos de las naciones y
provincianos de lo supranacional` . De acuerdo; pero menuda diferencia entre
ser un provinciano como Lezama Lima, que precisamente sabe más de Ulises que la
misma Penélope, y los provincianos de obediencia folklórica para quienes las
músicas de este mundo empiezan y terminan en las cinco notas de una
quena."
Sobre
lo autóctono. En resumen de lo analizado por Mabel Moraña, la literatura
arguediana "reivindica las visiones y matrices conceptuales de pueblos
devastados por el colonialismo que sobreviven en los márgenes de la nación
moderna". Enfrentada a eso, polarizada, aparece la visión de Cortázar.
Dice al respecto Moraña: "La ligereza con que el argentino decide ignorar,
desde su asentamiento parisino, la importancia de lo local y con la que asimismo
despacha el tema de la raza, es reveladora de su propio condicionamiento
cultural como ciudadano de uno de los países más europeizados y pretendidamente
`blancos` de América Latina".
También
para Life dijo Cortázar: "En Cuba me preguntaron hace poco qué grado de
importancia le daba al sentido autóctono de un escritor, y hasta qué punto esa
utilización del contexto cultural, de la tradición de raza, constituían
exigencias para mí. Contesté que la pregunta me parecía ambigua en la medida en
que la noción de autóctono también lo era. De hecho, ¿qué quiere decir
exactamente `contexto cultural` en nuestro tiempo? Si lo reducimos a la cultura
exclusivamente regional, no vamos demasiado lejos en América Latina, ¿Y
`tradición de raza`? Conozco el uso que pueden hacer de estas expresiones
aquellos para quienes la realidad tiende siempre a parecerse a una guitarra. A
un indigenista intransigente, Borges le preguntó una vez por qué, en vez de
imprimir sus libros no los editaba en forma de quipus. La verdad es que todo
esto es un falso problema".
Respuesta
a la fama. Después de esto, el 18 de mayo de 1969, en el Tercer Diario (que
interrumpe como los dos anteriores la novela El zorro de arriba y el zorro de
abajo), un Arguedas que confiesa estar "otra vez en el pozo, con el ánimo
en casi la nada" escribe: "desde la grandísima revista norteamericana
Life, Julio Cortázar, que de veras cabalga en flamígera fama, como sobre un
gran centauro rosado, me ha lanzado unos dardos brillosos. Don Julio ha querido
atropellarme y ningunearme, irritadísimo, porque digo en el primer diario de
este libro, y lo repito ahora, que soy provinciano de este mundo, que he
aprendido menos de los libros que en las diferencias que hay, que he sentido y
visto, entre un grillo y un alcalde quechua, entre un pescador del mar y un
pescador del Titicaca, entre un oboe, un penacho de totora, la picadura de un
piojo blanco y el penacho de la caña de azúcar: entre quienes, como Pariacaca,
nacieron de cinco huevos de águila y aquellos que aparecieron de una liendre
aldeana, de una común liendre, de la que tan súbitamente salta la vida. Y este
saber, claro, tiene, tanto como el predominantemente erudito, sus círculos y
profundidades".
Entre
algunos de los temas de controversia, el peruano se lanza a revelar, con alguna
ironía y duros sarcasmos, los complejos de Cortázar por su exilio voluntario.
"Con respecto a usted y los escritores que usted cita como exilados, yo
nunca he manifestado duda ni sospecha; al contrario, he sentido un verdadero
regocijo por haber creado ustedes -Fuentes es cosa aparte- precisamente en
Europa obras que han conmovido e interesado en casi todo el mundo. ¿En qué se
funda usted para asegurar que dudo y sospecho? ¿No será, digo yo, que a lo
mejor es usted el único que duda y sospecha? (...) Ni Cortázar, ni Vargas
Llosa, ni García Márquez son exilados. No sé de dónde ni de parte de quién
surgió este inexacto calificativo con el que, aparentemente, Cortázar se
engolosina. Ni siquiera Vallejo fue un verdadero exilado. A usted, don Julio,
en esas fotos de Life se le ve muy en su sitio, muy `macanudo`, como diría un
porteño. No es exilado quien busca y encuentra -hasta donde es posible hacerlo
en nuestro tiempo- el sitio mejor para trabajar. A pesar de su pasión y muerte
Vallejo escribió lo mejor de su obra en París y quién sabe no habría llegado a
tanto si no se hubiera ido a Europa. Empiezo a sospechar, ahora sí, que el
único de alguna manera `exilado` es usted, Cortázar, y por eso está tan
engreído por la glorificación, tan folkloreador de los que trabajamos in situ y
nos gusta llamarnos, a disgusto suyo, provincianos de nuestros pueblos de este
mundo, donde, como usted dice, ya se intentaron y funcionan muy eficientemente,
los jets, maravilloso aparato al que dediqué un jaylli quechua, un himno
bilingüe de más de cinco notas como felizmente las tienen nuestras quenas
modernas."
UNA
CARTA de arguedas. En más de una ocasión se ha insinuado que la polémica con
Cortázar fue determinante para agravar el estado depresivo de Arguedas que lo
llevó al suicidio. Empero, hay un documento que retrata al escritor peruano muy
conforme con las inmediatas repercusiones que tuvo la polémica en la prensa
latinoamericana.
En
concreto, la última referencia que dejó por escrito Arguedas se lee en la carta
que envió al editor Don Gonzalo Losada, fechada en Santiago de Chile el 13 de
junio de 1969. Allí dice: "Espero que se haya usted informado de la
`inevitable` réplica que escribí -yo le llamé `comentario`- a los conceptos
algo insensatamente despectivos que Cortázar me dedica en un número de Life. Yo
le envío el recorte de Ercilla en que aparece mi nota. Marcha, de Montevideo,
la publicó muy adecuadamente (...). También se publicó mi nota en el suplemento
de El Comercio de Lima. ¡Ojalá! que las agencias de su editorial en Lima,
Santiago y Montevideo le hayan enviado los recortes. Las tres publicaciones
(...) me han tratado muy bien en los comentarios (...). He recibido cartas de
felicitación y el más estimable escritor joven chileno y que es quien mayor
prestigio tiene en América Latina, me llamó para no sólo felicitarme sino para
`agradecerme` a nombre de su querido amigo Julio, mi nota. Este excelente
escritor (quizás Jorge Edwards) cree que todo lo que me veo o me vi obligado a
decirle a Cortázar le hará bien, si es que aún tiene oídos para oír las
críticas duras, pero bien inspiradas, las considere él exageradas o no".
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