POCOS ESCRITORES como Haruki Murakami han gozado de un éxito
tan continuado en las librerías de nuestro país, y que sea un autor japonés lo
hace aún más notable. ¿Qué tiene el autor de Tokio Blues para conectar de forma
tan extraordinaria con un público a 10.000 kilómetros de los escenarios e
historias que describe? Algunos críticos literarios afirman que su éxito reside
en que es narrativa japonesa para occidentales, motivo por el que Murakami
tiene muchos detractores en su propio país. Otros apuntan a que sus tramas
suelen ser sencillas y con pocos personajes, con el grado justo de misterio y
giros narrativos. Es muy improbable que alguien se pierda en sus novelas.
Sin embargo, eso no basta para explicar el furor que causan
entre nosotros sus historias, llenas de extraños acontecimientos, golpes del
azar, amantes inesperados, música clásica —o jazz— y algún que otro gato. ¿No
será que Murakami está plasmando desde su particular mirada nuestra vida
actual? Veamos de qué manera, entonces, su lectura nos enseña a vivir:
1. La soledad es la mejor vía al conocimiento. En más de una
novela de Murakami, el protagonista emprende un viaje en solitario para escapar
de la confusión vital. En el caso del joven fugitivo de Kafka en la orilla, eso
le permitirá acceder a aspectos desconocidos de sí mismo. Cuando nos vemos
enfrentados a la soledad tras una separación o muerte, o cuando la buscamos a
través de un viaje iniciático, afloran partes de nosotros que antes estaban
soterradas. Sin la protección y el ruido de los demás, el encuentro con uno
mismo es inevitable, con lo que damos un salto hacia adelante en nuestra propia
evolución.
2. El mundo es imprevisible. La segunda lección vital que
extraemos de sus novelas es que la vida siempre nos sorprende. Por lo tanto, es
absurdo tratar de controlarla o angustiarnos ante posibles amenazas. En la
última novela de Murakami, la extensa La muerte del comendador, un pintor de
vida estable y acomodada recibe la noticia de que su mujer quiere separarse
porque ha tenido un sueño que la empuja a tomar esa decisión. Cuando el pintor
le pregunta de qué iba ese sueño, ella le dice que es algo demasiado personal.
Si solo podemos esperar lo inesperado, es inútil hacer predicciones. Y eso
puede ser un gran calmante para la mente. En cuanto a los porqués que pueden
surgir para torturarnos, eso nos lleva a la siguiente lección.
3. No busques un sentido. Los argumentos de Murakami se
desarrollan en un mundo de caos y aleatoriedad. Muchas veces ni siquiera es
posible culpar a nadie del sufrimiento, lo cual es una buena noticia. Tal como
decía Viktor Frankl, el ser humano va en busca de sentido, pero gran parte de
las cosas que nos suceden no lo tienen. Como en las novelas del autor japonés,
muchas veces sentiremos que nuestra vida es un sueño donde las cosas suceden
sin razón aparente. Podemos afrontar este hecho con dos actitudes opuestas:
podemos lamentarnos de lo injusto o absurdo que es el mundo o bien surfear las
olas que nos trae la existencia. De eso va la cuarta lección.
4. Si sobrevives al caos, ya has ganado. Dado que afrontamos
solos muchos lances de nuestra existencia, si sabemos además que todo es
imprevisible y que las cosas no tienen por qué tener un sentido, tal vez el
arte de vivir sea salir lo mejor librados posible. Venimos al mundo a
experimentar cosas, a tropezar y a resolver problemas, como hacen los
personajes de Murakami. El premio es seguir adelante en la partida.
5. El orgullo y el miedo nos quitan lo mejor de la vida. En su
ensayo De qué hablo cuando hablo de escribir, Murakami menciona una anécdota
tan mágica como triste. Al parecer, en 1922 James Joyce y Marcel Proust
coincidieron en un mismo restaurante de París, donde cenaron en mesas cercanas.
Los comensales que los reconocieron estaban emocionados, esperando que aquellos
gigantes de la literatura empezaran a debatir. Nada sucedió. En palabras del
japonés: “La velada tocó a su fin sin que ninguno de los dos se dignase dirigir
la palabra al otro. Imagino que fue el orgullo lo que frustró una simple
charla, y eso es algo muy frecuente”.
¿Cuántas veces nos hemos perdido una oportunidad, personal o
profesional, por no haber dado el paso? Se trate de orgullo, como interpreta
Murakami, o de miedo a ser rechazados, al contenernos tal vez dejemos la más
bella página de nuestra historia por escribir.
El País
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