Hace
casi 57 años, Jean-Paul Sartre, filósofo, escritor y uno de los máximos
representantes del existencialismo, enviaba una carta a la Academia Sueca,
expresando sus motivos para no recibir el Premio Nobel de Literatura. “Por
razones que me son personales y por otras que son más objetivas, no quiero
figurar en la lista de posibles laureados y ni puedo ni quiero, ni en 1964 ni
después, aceptar esta distinción honorífica”, escribía el autor de “La náusea”.
Días más tarde, mandaba de puño y letra una misiva a “Le Monde” en donde hacía
frente a las críticas de soberbia al rechazar la distinción.
“Lamento
profundamente el hecho de que el incidente se haya convertido en un escándalo:
El premio fue concedido, y yo me negué. Esto sucedió porque yo no estaba lo
suficientemente informado de lo que estaba en marcha.
Cuando
leí el 15 de octubre en el periódico “Le Figaro” que la columna del
corresponsal sueco hacía mención sobre que la elección de la Academia Sueca se
tendía hacia mí, pero que aún no se había determinado, escribí una carta a la
Academia, que fue enviada al día siguiente y en la cual, pusé las cosas claras
y pensé que no habría más discusión.
Yo
no era consciente de que en el momento que el Premio Nobel es otorgado, lo
hacen sin consultar la opinión del receptor, y yo creía que aún había tiempo
para evitar que esto sucediera. Pero ahora entiendo que cuando la Academia
Sueca ha tomado una decisión no puede ser revocada posteriormente.
Mis
razones para no aceptar el premio, tienen que ver con mis preocupaciones hacia
la Academia Sueca y no hacia el Premio Nobel por sí mismo. Como expliqué en mi
carta a la Academia existen dos tipos de razones: personales y objetivas.
Las
razones personales son los siguientes: mi negativa no es un gesto impulsivo,
siempre he declinado honores de ordenanza. En 1945, después de la guerra,
cuando me ofrecieron la legión de honor, me negué, aunque yo era comprensivo
con el gobierno. Del mismo modo, nunca he tratado de entrar en el Colegio de
Francia, aun cuando varios de mis amigos me han postulado.
Esta
actitud se basa en mi concepción de la misión del escritor. Un escritor que
adopta posiciones políticas, sociales, literarias debe actuar consecuentemente
con estas posiciones a través de la propia, es decir, la palabra escrita. Todos
los honores que puede recibir exponen a sus lectores a una presión que no
considero deseable. Si me suscribo de Jean-Paul Sartre no es lo mismo que si me
suscribo de Jean-Paul Sartre ganador del Premio Nobel.
El
escritor que acepta un honor de este tipo genera una asociación con la
institución que lo ha honrado (…) Por lo tanto, el escritor debe negarse a
dejarse transformar en una institución, incluso si esto ocurre en las
circunstancias más honorables, como en el presente caso.
Esta
actitud es, por supuesto, de mi entera responsabilidad, y no contiene ninguna
crítica a aquellos que ya han sido galardonados con el premio. Tengo un gran
respeto y admiración por varios de los galardonados a los cuales tengo el honor
de conocer.
Mis
razones objetivas son las siguientes: La única batalla posible hoy en día en el
frente cultural es la batalla por la coexistencia pacífica de las dos culturas,
la de Oriente y la de Occidente. No quiero decir que deben abrazarse -Yo sé que
la confrontación de estas dos culturas debe tener necesariamente la forma de un
conflicto, pero esta confrontación debe ocurrir entre los hombres y entre las
culturas, sin la intervención de las instituciones-.
Yo
mismo estoy profundamente afectado por la contradicción entre las dos culturas:
Estoy hecho de tales contradicciones. Mis simpatías sin lugar a dudas son para
el socialismo y para lo que se denomina el bloque del Este, pero nací y me crié
en una familia burguesa y una cultura burguesa. Esto me permite colaborar con
todos aquellos que tratan de reunir a las dos culturas juntas. No obstante,
espero “que gane el mejor”. Es decir, el socialismo.
Es
por esto que no puedo aceptar un honor otorgado por una autoridad cultural,
sobre todo de las de Occidente más que las del Este. Por ejemplo, a pesar de
que todas mis simpatías están del lado socialista, sería incapaz de aceptar por
ejemplo “El Premio Lenin” si alguien quisiera otorgármelo, aunque no es el
caso.
Yo
sé que el Premio Nobel no es en sí mismo un premio literario del bloque
occidental, pero es lo que se hace con él. Es por esto que, en la situación
actual, el Premio Nobel se encuentra objetivamente constituido como una
distinción reservada para los escritores de Occidente o de los rebeldes de
Oriente.
No
se ha adjudicado, por ejemplo, a Neruda, que es uno de los más grandes poetas
de América del Sur. Nunca ha habido una discusión seria de dárselo a Louis
Aragón, a pesar de que sin duda se lo merece. Es de lamentar que el premio fue
dado a Pasternak y no a Cholokhov, y que el único trabajo Soviético que debe
ser honrado es uno publicado en el extranjero pero prohibido en su propio país.
Un
equilibrio podría haber sido establecido por un gesto similar en la otra
dirección. Durante la guerra de Argelia, cuando habíamos firmado la
“Declaración de los 121”, que debería haber aceptado con gratitud el premio,
porque habría honrado no sólo a mí, sino también la libertad para los que
estaban luchando. Pero las cosas no resultaron de esa manera, y es sólo después
de la batalla que premio me ha sido concedido.
En
la discusión de los motivos de la Academia Sueca, se ha hecho mención de la
libertad, una palabra que sugiere muchas interpretaciones. En Occidente,
solamente una libertad general; personalmente, me refiero a una libertad más
concreta que consiste en el derecho a tener más de un par de zapatos y comer.
Me parece menos peligroso rechazar el premio que aceptarlo. Si lo acepto, me
ofrezco a lo que llamaré “una rehabilitación de objetivos.”
Según
el artículo del periódico “Le Figaro”, un pasado político controvertido no se
llevaría a cabo en contra de mí.” Sé que este artículo no expresa la opinión de
la Academia, pero muestra claramente cómo mi aceptación sería interpretada por
ciertos círculos de derecha. Considero que este “pasado político
controvertido”, sigue siendo válido, incluso si estoy totalmente dispuesto a
reconocer a mis compañeros ciertos errores del pasado.
Con
ello no quiero decir que el Premio Nobel es un premio “burgués”, pero tal es la
interpretación burguesa que inevitablemente se daría por ciertos círculos con
las que estoy muy familiarizado.
Por
último, llego a la cuestión del dinero: es una carga muy pesada que la Academia
impone al premio al acompañar su homenaje con una suma enorme, y este problema
me ha torturado. O se acepta el premio y con el dinero del premio puedo apoyar
a organizaciones o movimientos o de lo contrario uno declina el premio en
principio generoso y de este modo priva a un movimiento de un apoyo que tanto
necesita
Pero
yo creo que esto es un falso problema. Obviamente renuncio a los 250.000
coronas porque no me gustaría institucionalizarlos ya sea para este u oeste no
se le puede pedir a la otra parte a renunciar, por 250.000 coronas.
Eso
es lo que ha hecho tan doloroso para mí, tanto la entrega del premio y la
negativa de que estoy obligado a hacer.
Deseo
terminar esta declaración con un mensaje de simpatía para el público sueco”.
The
Clinic
Sabìa de la negativa a recibir el premio pero desconocìa las razones ,Gracias por el aporte
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