Cuando uno lee "Los abismos", la novela con que la escritora colombiana Pilar Quintana ganó el prestigioso Premio Alfaguara 2021, siente que está parado frente a uno, tal como lo está Claudia, la niña que narra la historia.
A veces de forma física, a veces
metafóricamente.
"Los abismos", la quinta
novela de Quintana, ha sido descrito como un libro que nos adentra con sutileza
y lucidez en el mundo de una niña que se enfrenta a la realidad de los adultos
desde una infancia visionaria.
"Su piso es una selva, su hogar
un supermercado, su país unas montañas cubiertas de niebla que oculta
precipicios", dice sobre él el aclamado autor colombiano Héctor Abad
Faciolince.
¿Por
qué nos quedamos viendo los abismos?
Yo creo que nos gusta, pero nos da
miedo, y tal vez por eso mismo nos gusta.
Para mí, pararme frente a los abismos
geográficos ha sido muy impresionante, porque ahí me doy cuenta de que yo soy
dueña de mi vida. Y eso no es algo que uno recuerda todos los días.
Uno como que existe en automático y
cree que su corazón late porque late. Uno tiende a pensar que existe, no por
voluntad propia, sino porque los padres lo tuvieron y porque hubo una serie de
casualidades que llevaron a la existencia.
Pero cuando estás en un piso 18
asomada a un balcón, o frente a un acantilado físico, te das cuenta que vos sos
dueño de tu vida y que basta un segundo para decidir sobre ella. Y creo que eso
es muy poderoso.
¿Y los
abismos internos?
Esos nos pasamos la vida evitándolos
y nos toca ir a terapia para mirarlos y por fin pararles bola.
En el
libro hay una frase muy fuerte que le dice la madre a su hija -"No quiero
ser como tu abuela"-. ¿Qué quieres reflejar con ella?
Yo creo que esa es una lucha
constante de quienes somos papás o mamás: no queremos ser como nuestros padres,
pero irremediablemente una vez que tenemos hijos nos descubrimos siendo como
ellos.
Creo que para mí ese ha sido uno de
los descubrimientos más duros de la maternidad.
No es que yo me pase la vida
sintiendo que soy diferente y jamás iba a repetir lo que hicieron ellos, pero
antes de tener un hijo uno se sueña como una mamá magnífica.
Y una vez te conviertes en padre o
madre te das cuenta de lo falible que sos y que además tus fallas no son
nuevas, sino que tienden a ser las mismas de tus papás.
Y creo que hice esta novela para
reconciliarme con la mamá que soy, que en últimas es reconciliarme con mi
propia mamá y con mi idea de la maternidad.
Pero esa
frase es a la vez casi como un ensayo histórico de Colombia: no queremos
cometer los errores de nuestros padres.
Sí, yo creo que a nosotros nos cuesta
vernos.
Algo que he visto en distintos
trabajos que he hecho es que en los países en guerra tendemos a deshumanizar al
otro, que es el enemigo.
Entonces vos te encontrás que en
Colombia la gente es capaz de decir abiertamente que ese se merecía que lo
mataran. ¿Y por qué? 'Porque estaba haciendo grafitis en la calle', te
responden, '¿quién lo manda?' agregan.
Los colombianos como sociedad tenemos
esa enfermedad de deshumanizar al otro.
Y eso lo ves cuando hay gente que
piensa que a los guerrilleros está bien que los torturen y que los asesinen, o
que a los paramilitares les aplican los derechos humanos, pero no a la gente
que está protestando o a los que ellos consideran que son vándalos.
Volviendo a la maternidad, leyendo el
libro queda la impresión de que muchas mujeres en Colombia -donde transcurre la
historia- no quisieron ser madres.
Yo no creo que sea solo en Colombia.
Es así para las mujeres del mundo.
En todas partes me encuentro con
testimonios de mujeres cuya obligación era ser madres y esposas. Eso era lo que
una mujer hacía, y lo hemos venido aceptando como algo natural, que venía dado,
pero ¿por qué tiene que ser así?
Yo recuerdo que cuando estaba
escribiendo mi primera novela me decían abiertamente, como la cosa más normal
del mundo, que una mujer que quería ser escritora no podría ser mamá, porque la
maternidad y la escritura eran incompatibles. Y lo oí repetido no por monjas ni
por señoras viejísimas, sino por académicas.
¿A qué hombre le han dicho eso? A
ninguno. Porque se asumía que ese hombre tenía una mujer que le llevaba los
hijos y la casa, porque ese era su lugar.
Durante generaciones muchas mujeres
no se preguntaron '¿quiero ser mamá?', sino que se encontraron siéndolo.
Yo soy feminista y creo que las
mujeres tenemos derecho a abortar en todas las circunstancias, pero hay una
manera más de ser mamá y es cuando vos no deseaste serlo y te llegó un hijo y
decidís criarlo.
Esa también es una forma válida de
ser madre, porque esa consigna del feminismo de que los hijos serán deseados o
no serán no es realista.
En sus novelas los personajes
femeninos parecen ser los que toman las decisiones más drásticas…
Mira, yo no creo que sea así.
De hecho, en "Los abismos"
el más rebelde de todos los personajes es un hombre, Patrick, que desafía todo
lo que la sociedad le impone y hace lo que se le da la gana. Lo que pasa es que
él no tiene que pagar unas consecuencias terribles.
¿La mamá de Claudia podría haberlo
hecho? Claro, podría haberse escapado, haberse rebelado y estudiado en la universidad,
pero ¿cuáles habrían sido las consecuencias? Muchas para una mujer.
Por ejemplo, mi mamá se separó cuando
yo era todavía bebé y la consecuencia para ella fue volver a la casa de su
padre. O sea, salió de la casa de su papá a la casa del mío, de ser mantenida
por el padre a serlo por el marido.
Imagínate lo duro que era.
Por el otro lado, mi papá se separó y
no tuvo que regresar a la casa de mi abuelo. Mi papá siguió viviendo en su
casa.
Otro personaje que resulta
fundamental son las plantas, ¿de dónde viene eso?
Bueno, esa es la singularidad de
Cali, que es una ciudad grandísima, pero su oeste sigue teniendo unos árboles
gigantescos y un río con iguanas, donde de noche se puede ver un gavilán
pescando.
Y eso es lo normal. O a mí toda la
vida me pareció que era normal.
Cuando llegué a Bogotá y empecé a ver
los caños, yo pensaba que eran como alcantarillas. Una vez un novio me dijo
'ese es el río', y eso a mí me escandalizó, y dije 'pero cómo diablos, por qué
pavimentaron un río'.
Creo que ahí empecé a comprender la
gran singularidad que tiene Cali, con ese río absolutamente maravilloso, con
piedras y meandros y verde. Es muy bello.
Yo no sé si es un homenaje, pero es
mi manera de narrar esa singularidad.
Para mí la naturaleza es muy
importante. A veces tendemos a pensar que la ciudad no es naturaleza y sí lo
es.
En las ciudades hay árboles y tienen
sus propios ritmos. Supongo que eso lo aprendí de vivir en la selva: que somos
de la naturaleza y pertenecemos a ella. Entonces, me gusta que eso esté en mis
obras.
Lo curioso es que no sólo está como
trasfondo, sino con peso protagónico…
Me gusta que esté no sólo como una
descripción, sino que esa naturaleza tiene que cumplir una función en la
historia. Tiene que ayudarme a construir las atmósferas de la novela, servir
como metáfora del estado de ánimo de los personajes, ayudarme a construirlos.
En la novela tenía una señora, que
era la mamá de Claudia, que era una mamá fría y seca, que por dentro estaba
deprimida y era casi como un desierto.
Y a mí me gustaba el contraste de ese
personaje que era así, pero al mismo tiempo con sus manos era capaz de crear
una vida maravillosa en su apartamento. La humanizaba un poco, la dulcificaba a
través de esa metáfora de las plantas.
En la novela, revistas de farándula
como "Hola" o "Vanidades" se convierten en la literatura
que marca la historia, ¿por qué las puso en el relato?
Porque esas revistas eran parte de
nuestras vidas, y eran una literatura importantísima. Yo me crié viéndolas y perdí la inocencia leyéndolas.
Uno veía a la princesa Diana
magnífica en la tapa y luego leías y la foto no se correspondía con la lectura,
porque te dabas cuenta de que estaba infeliz, que le ponía los cachos al
marido, que era bulímica, que los suegros no la querían, mientras que en las
imágenes estaban el yate, las joyas o el vestido de fiesta.
Yo ahí descubrí esa distancia que hay
entre las poses y las máscaras que nos ponemos y lo que en verdad sentimos y
nos pasa, que ha sido para mí un tema recurrente desde mi primer texto hasta el
último.
En una novela de los años 80, de una
familia, de una señora ama de casa, pues tenía esas revistas. Te aseguro que si
escribes una novela que transcurre en el 2021 va a haber Instagram. Esas
revistas eran también las ventanas al mundo de los otros que tenemos ahora con
las redes sociales.
Hay otro elemento impactante que es
que los personajes en sus novelas parecen destinados a la destrucción…
Mi trabajo como escritora es hacerle
la vida difícil a mis personajes. El peor villano de la historia es el autor.
La escritura es el único lugar donde
yo puedo ser malvada, sin consecuencias. Entonces, les hago la vida muy difícil
a mis personajes y los llevo a unos límites terribles.
En la vida real me toca ser más bien
buena gente, para que no me metan presa y porque además quiero ser buena
persona con los demás. Soy más bien querida y luminosa.
La delicia de escribir es que puedo
hacer cosas horribles sin que nadie diga 'ay, tan mala persona que es ella'.
Qué tan difícil fue escribir
"Los abismos", que parece casi un relato autobiográfico…
Sí, yo creo que ha sido mi novela más
difícil.
Aunque no es autobiográfica, sí es
una novela cercana, mucho más que "La Perra", donde era obvio que se
trataba de una ficción. En "Los abismos" digamos que mucho lectores
piensan que yo estoy contando algo que pasó en la vida real y pues no, es
invento.
A ver, Claudia podría haber sido una
prima hermana mía o una vecina del apartamento de al lado. Y yo creo que
ficcionar eso es más difícil, porque hay menos distancia. Entonces eso me costó
y también porque me metí con un tema que yo siempre supe que iba a estar, que
es la madre.
Aunque la narradora es una hija que
nos cuenta la historia desde el punto de vista de la niña que fue, es un libro
sobre la maternidad, el eje es la madre.
Es una novela en la que tuve que
esculcar en la mamá. Y esa es la novela más difícil de todas, así como la
terapia más difícil son esas memorias de la mamá, porque ella es la figura
central en nuestras vidas, de la que dependemos para sobrevivir. Y nuestra
experiencia con la madre, pues determina las personas que somos.
Cali se convirtió en el epicentro de
las protestas en Colombia. ¿Cómo llega la ciudad que usted describe a ser este
lugar de resistencia?
Mira, es una Cali que está narrada en
"Los abismos", desigual, donde hay una ciudad para unos y otra ciudad
para otros. Y donde los que tienen los privilegios no quieren perderlos y
sienten que si comparten un poquito, pues lo van a perder.
Vos podés leer en la novela que la
mamá le dice a su hija que no se junte con esa gente, que esa gente es chusma,
como los que vimos en la noticias que salían a gritarles a los indígenas que se
devolvieran a su tierra.
Es una ciudad donde hay unas personas
que creen que porque nacieron con privilegios tienen el derecho de vivir bien,
y que hay otros que no lo tienen y que tienen que pelear por él.
Y para mí eso es muy doloroso.
Alejandro Millán Valencia | BBC
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