En los 46 años que vivió, Charles Baudelaire se expuso a todos
los males que acosaban su era y analizó el mundo que lo rodeaba desde ahí.
Recurrió al alcohol y a las drogas en exceso, se contagió de sífilis y se
enredó en las relaciones más sórdidas. Sin embargo, nada de eso nubló un poder
introspectivo inaudito y un nulo pudor para retratarlo todo tal cual lo veía,
desde una profunda oscuridad que reinventó la cartografía poética de las ciudades
y marcó las claves de la vanguardia.
«Volveré a nacer, germinaré a través de mi pluma. Voy a poner en el papel mis recuerdos, los retazos de sueños que me asedian dormido, y la escritura será una nueva travesía, una fuga que me permita recorrer el mundo sin importar el destino de mis huesos».
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