
Todo
el quid está en que en su artículo (Hace referencia a un artículo que publicó
Raskólnikov en Palabra periódica)
divide usted a los hombres en ordinarios y
extraordinarios. Los hombres vulgares
deben vivir en la obediencia y no tienen derecho a infringir las leyes, por el
hecho mismo de ser vulgares. Pero los extraordinarios tienen derecho a cometer
toda suerte de crímenes y a infringir de todas las maneras las leyes, por el
hecho mismo de ser extraordinarios. Así me parece que decía usted, si no estoy
equivocado.