Todo
el quid está en que en su artículo (Hace referencia a un artículo que publicó
Raskólnikov en Palabra periódica)
divide usted a los hombres en ordinarios y
extraordinarios. Los hombres vulgares
deben vivir en la obediencia y no tienen derecho a infringir las leyes, por el
hecho mismo de ser vulgares. Pero los extraordinarios tienen derecho a cometer
toda suerte de crímenes y a infringir de todas las maneras las leyes, por el
hecho mismo de ser extraordinarios. Así me parece que decía usted, si no estoy
equivocado.
«Volveré a nacer, germinaré a través de mi pluma. Voy a poner en el papel mis recuerdos, los retazos de sueños que me asedian dormido, y la escritura será una nueva travesía, una fuga que me permita recorrer el mundo sin importar el destino de mis huesos».
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domingo, 3 de febrero de 2019
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