Drama o comedia, la Navidad constituye una suerte de género,
un alarde literario que, en sí mismo, contiene sus particularidades expresivas,
desde la novela, la poesía, el teatro y, sobre manera, el cuento. Todos los
grandes escritores le han dedicado al menos un relato.
Desde Fedor Dostoiesvki, autor de "Un árbol de Noel y una
boda", una alegoría acerca de la esperanza y de la capacidad del ser
humano de redimirse, a Gabriel García Márquez, que escribió un pequeño cuento
de Navidad, apenas conocido y publicado en la Revista de Cubana de Aviación en
1993.
"Estas navidades siniestras" es un crudo retrato
contemporáneo, casi un artículo de opinión que acaba proclamando: "954
millones de cristianos creen que ese niño era Dios encarnado, pero muchos lo
celebran como si en realidad no lo creyeran".
Pero, "¡volvámonos buenos todos, ahora que se acerca la
Santa Noche y perdonemos!", escribió Luigi Pirandello en "Navidad en
el Rhin", un relato temprano, de 1896, cuando no le merodeaban seis
personajes en busca de autor.
La literatura ha sido la herramienta más utilizada desde la
Edad Media para ensartar historias en las que el hombre se redescubre a sí
mismo, más dadivoso y benevolente. El más famoso, el "Cuento de
Navidad" de Charles Dickens, por ejemplo, que ha influido en toda la
literatura navideña.
Escrita por en 1843, esta novela corta dividida en cinco
capítulos que han sido definidos como estrofas por su autor, narra la historia
de Ebenezer Scrooge, un avaro frío y calculador que, en Navidad, aprende a reír.
Son los fantasmas de la Navidad pasada, presente y futura los
que le hacen ver que "me habría gustado, lo confieso, gozar de la ingenua
libertad de un niño y, no obstante, ser lo bastante hombre como para apreciar
su valor".
Es un patrón que se repite. La Navidad es tradición, memoria e
infancia. Dylan Thomas escribió "La Navidad de un niño en Gales", una
conversación entrañable entre un abuelo y su nieto, rememorando navidades en la
orilla de un pueblo costero. Que también es referencia obligada en los países
anglosajones.
Son obras que regresan a los buenos sentimientos y la
generosidad, ambientadas necesariamente en Navidad, con personajes desgraciados
o desvalidos, que encuentran consuelo o se transforman.
"El cascanueces" de E.T.A. Hoffman con los húsares
haciendo frente al rey de los ratones o "La vendedora de fósforos",
de Hans Christian Andersen, triste y doloroso como uno pies desnudos sobre la
nieve, son dos de las más famosas.
La magia y la fantasía están presentes, con un punto de terror
incluso. Citemos: el rigor narrativo de "Noche de navidad", de Guy de
Maupassant, con su gordo y altivo Henry Templier. El precioso "Cuento de
navidad" con el resplandor de cien mil millones de maravillosas velas
blancas de Ray Bradbury. La ternura y desbordada imaginación de las
"Cartas de Papa Noel" de J.R.R. Tolkien. Y esa bella parábola de
Oscar Wilde que es "El gigante egoísta".
Hay Navidad sentimental, heredada por el misterio de la
literatura. Un paisaje de luces, abetos, filantropía, renos, muérdago, regalos
y Santa Claus, Hermanos Grimm, Hans Christian Handersen. "El deseo de
Navidad de Pat Hobby", de Francis Scott Fitzgerald. Y hasta de "El
suplicio de Año Nuevo", que Anton Chejov compuso retratando las visitas de
cortesía que se hacían a familiares y conocidos para felicitar el año nuevo en
la Rusia zarista.
De la esperanza y el fervor religioso de Nicolás Gogol en su
"Nochebuena" al Truman Capote de "Una navidad", que recrea
autobiográficamente ese instante tenebroso en que alguien nos dice que Santa
Claus o los Reyes Magos no existen.
Hay también otro espíritu navideño también en la literatura
española. El de "La adoración de los Reyes" de Valle-Inclán, "Lo
que lleva el Rey Gaspar" de Azorín, "Nochebuena aristocrática"
de Jacinto Benavente. Y de Bécquer, Clarín, Blasco Ibáñez, Francisco Ayala...
Misa del Gallo, Nochebuena, villancicos, portal de Belén,
Nochevieja, Reyes, hasta el Gordo del sorteo de Navidad... "Todos estos
acontecimientos encuentran su lugar en estas narraciones, y su lectura es,
además de un gozoso entretenimiento, un medio singular de mantenerlos vivos, de
reconocer nuestra identidad cultural en las fiestas más hermosas del año",
afirma Rafael Alarcón Sierra, que ha recopilado relatos en dos volúmenes en
"Cuentos españoles de navidad".
Van desde "La Nochebuena del poeta", de Pedro
Antonio de Alarcón, a "La mula y el buey", de Benito Pérez Galdós. Y
los numerosos que escribió Emilia Pardo Bazán con su naturalismo a lo Zola:
"Cuentos de Navidad y de Reyes", "Nochebuena en el infierno",
"Cena de Navidad", "Los santos Reyes"....
Y América lo suscribe relato a relato. "Las misas de
Navidad" del mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, "Cuento de
Nochebuena" del también modernista Rubén Darío y "La adoración de los
Reyes Magos" del gran Manuel Mújica Lainez, inspirado en el cuadro de
Pedro Pablo Rubens en el Museo del Prado. Hasta Horacio Quiroga, genio del
cuento breve, que escribió "Noche de Reyes" o un "Cuento laico
de Navidad "literatura y navidad
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