miércoles, 9 de octubre de 2019

Dafnis y Cloe




"No soy niño, aunque parezco niño, sino más viejo que Saturno. Yo soy Amor, anterior al tiempo todo. A ti te conozco de muy atrás, cuando, zagalón todavía, guardabas tu rebaño en el llano de la laguna. Yo estaba a la vera tuya siempre que tocabas la flauta bajo los chopos, enemorado de Amarilis. Tú no me veías por más que yo solía ponerme cerca de la zagala. Al cabo te la dí, y de ella te nacieron hijos, que son valientes vaqueros y labradores. En el día cuido, como pastor, de Dafnis y de Cloe; y después que los reuno al rayar el alba, me vengo a tu huerto, me divierto con tus plantas y flores, y me baño en sus fuentes. Por eso flores y plantas están lozanas y hermosas, regadas con el agua de mi baño. Mira cómo no hay rama alguna deshojada, ni fruta arrancada o caída, ni arbolillo sacado de cuajo, ni fuente turbia".


[...]

Entonces, dijo Filetas, noté que tenía alas en las espaldas, y entre las alas un arco, y luego no ví nada de esto, ni a él tampoco le ví. Ahora bién, si no he vivido en balde, y si con la edad no he llegado a perder el juicio, yo os declaro, hijos míos, que estáis consagrados a Amor y que Amor cuida de vosotros.

En grande se holgaron ellos, Dafnis y Cloe, como si oyeran un cuento, y no un sucedido, y preguntaron quién era el tal Amor, si era niño o pájaro, y qué poder tenía. De nuevo habló así Filetas: Dios, hijos míos, es Amor, jóven, hermoso y volátil, por lo cual se complace en la mocedad, apetece y busca la hermosura y hace que broten alas en el alma. Tanto puede, que Júpiter no puede más; dispone de los gérmenes de donde todo nace, reina sobre los astros y manda más en los dioses, sus compañeros, que en cabras y ovejas vosotros.

[...]

Yo ví al toro en celo, siguió hablando Filetas, y bramaba como picado del tábano; yo ví al macho enamorado de la cabra, y por todas partes la seguía. Yo mismo, cuando mozo, amaba a Amarilis, y ni me acordaba de la comida, ni tomaba de beber, ni me entregaba al sueño. Me dolía el alma, me daba brincos el corazón y mi cuerpo languidecía; ya callaba como muerto; a veces me arrojaba al río para apagar el fuego en que me quemaba; a veces pedía socorro a Pan, porque amó a Pitis; elogiaba a Eco, porque despues de mí llamaba a Amarilis, o rompía mi flauta, porque atraía a las vacas, y a mi Amarilis no la traía. Ello es que no hay remedio para Amor; ni filtro, ni ensalmo, ni manjar con hechizo; no hay más que beso, abrazo y acostarse juntos desnudos.

Filetas, después que los hubo adoctrinado, se fue, recibiendo de ellos algunos quesos y un chivo, al que asomaban ya los pitones. No bien ellos se quedaron solos y oido entonces el nombre de Amor por vez primera, se apesadumbraron más, y de vuelta a sus chozas, comparaban lo que sentían a lo que el viejo había referido.

Padecen los amantes, decían, y padecemos nosotros; no cuidan de sí mismos, como nosotros nos descuidamos; no logran dormir, y nosotros tampoco dormimos; se diría que arden, e identico fuego nos abrasa; desean verse, y para vernos ansiamos que llegue el día. Esto de juro es amor y somos amados, ¿qué falta? ¿Qué nos aflige? ¿Para qué nos buscamos?

Tomemos los remedios de que Filetas hablaba: besos, abrazos y acostarse juntos desnudos. Es cierto que hace mucho frío, pero le sufriremos, a fín de tomar el último remedio. Así se repasaban ambos de noche la lección que Filetas les había dado.

Fragmento de la novela pastoril Dafnis y Cloe.
Autor: Longo; Mitilene, (Lesbos), siglo II d. d. C.

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