ARTUR LUNDKVIST El escritor tiene como oficio la
obligación que él mismo se impone de cambiar el mundo. Por esa razón, el
creador de literatura se pone ante la máquina. Le mantiene vivo la convicción
de que puede lograr esa revolución que consiste en convertir en realidad lo que
habita en su imaginación.
El escritor es un trabajador especial que no pertenece
a ningún sindicato. Como trabajador, se encuentra en una dudosa posición de
libertad. Su lealtad no nace de ningún grupo determinado, sino de sí mismo, de
su visión de la vida y su capacidad de expresarla. El escritor está expuesto a
dos exigencias entre las que tiene que hallar un equilibrio: la exigencia de la
realidad y la de la fantasía. No puede traicionar ninguna de las dos sin
traicionar la esencia de su misión. Su función como trabajador especial es,
entre otras, ser un intermediario entre la realidad y la fantasía, construir
puentes entre esas instancias a menudo antagónicas.
El dominio del escritor no es solamente el tiempo
histérico sino que está igualmente ligado al acontecer que nace constantemente
de la actualidad, eso que ha de transformarse en futuro.
Lo que imaginemos puede contribuir a formar lo que ha
de ser. La visión de hoy día será más o menos la realidad del día de mañana. Y
es en este plano donde radica la especialidad del trabajo del escritor:
preparar, mediante la unión de la realidad y la fantasía, el futuro.
Herencia de Marx
Marx nos legó una exigencia: ¡cambiar el mundo! Pero
los poetas le respondimos: ¡transformar la vida! Esto podría considerarse como
una misma aspiración formulada desde dos métodos de trabajo diferentes. La vida
no puede transformarse si no cambiamos el mundo, y viceversa.
Pero no son muchos los que comparten esta idea de
cambiar el mundo y transformar la vida. Algunos confiesan la necesidad de
ciertos cambios, pero los consideran imposibles: el hombre y el mundo son, en
lo fundamental, eternamente los mismos.
Para otros, los cambios no son siquiera deseables,
aunque sean posibles: todo es como es y así debe seguir siendo, el mejor estado
de cosas en el mejor de los mundos.
Sin embargo, la mayoría inteligente se da cuenta
actualmente de que el mundo puede y debe cambiarse. La vida se nos transforma
de un año a otro, con una velocidad muy parecida a una amenaza. Y es aquí donde
surge la cuestión de cómo podría uno, conscientemente, contribuir al cambio
para de ese modo influirlo y determinarlo.
La humanidad está en pleno camino de configurar su propio
destino y de crear un futuro posible. Ya nada está en manos de los dioses, a
los que usurparnos sus atribuciones y también su responsabilidad. La ciencia
moderna, cuya culminación son dos explosiones atómicas sobre objetivos civiles,
le ha dado, a la humanidad el poder de la vida y la muerte.
Marx constató que decir guerra es decir lucha de clases. Además de eso, nos parece saber que la guerra también estriba en la defectuosa
repartición de los medios de existencia. La paz mundial se destaca ahora mismo
como la única necesidad absoluta, y esa paz puede lograrse únicamente mediante
una distribución justa de la riqueza entre todos los pueblos del mundo.
Este problema de la distribución del bienestar llamea
en el fondo de todas las luchas y contradicciones políticas de nuestro tiempo.
La solución del problema parece estar en una democratización consecuentemente
realizada: una democratización a la que también puede llamársela socialismo,
ese concepto seductor, o espantoso, dependiendo de quiénes seamos y de qué
querramos decir con esa palabra. La democratización está aún en sus comienzos,
todavía no está plenamente realizada en ningún lugar de la tierra. En Estados
Unidos de América existe tan poca democracia como socialismo verdadero existe
en la Unión Soviética.
- Lo que quiero decir con democratización es una
sociedad que brinde posibilidades iguales a todos sus miembros, tanto en el
plano económico como en el cultural, y que no fundamente su vida en el sometimiento
de otras naciones.
La necesidad de una democratización de ese tipo es
inminente. Corremos un riesgo enorme de que los defectos de la democratización
provoque la indiferencia o la repugnancia ante la democracia como método.
Porque no es sólo repugnante, sino sumamente peligroso, que se le atribuyan
valores democráticos y del mundo libre a dictaduras y fuerzas abiertamente
fascistas. ¿Cuál es la democracia, qué clase de mundo libre es el que se
expresa en la contra nicaragüense, en Suráfrica, en Honduras o en el Chile de
Pinochet? Es allí donde la democracia, aun en su sentido más elemental, sufre
su derrota diaria para humillación de todos nosotros. Al mismo tiempo, el
neofascismo crece cada vez más en ciertas partes de Europa y avanza hacia
nuevas combinaciones de poder, mientras las naciones comunistas, con mal oculta
alegría y probablemente con temor creciente, observan este desarrollo.
Tenemos entonces que asir las circunstancias reales
con más rotundidad que nunca, sin detenernos ante formalidades establecidas ni
calificativos insinuantes. Todos sabemos demasiado bien que la posibilidad
formal de ejercer el derecho de voto en elecciones públicas no garantiza ni
remotamente la democracia. Todos conocemos las trampas inherentes a la
distribución de mandatos y los diferentes valores del voto. Vemos claramente
cómo los partidos, mecanizados, no dan a sus electores ninguna posibilidad de
elección verdadera. A esto tiene que añadírsele la propaganda de los grupos
detentadores del poder económico, que hacen ilusoria la elección libre.
Otro obstáculo para la democratización verdadera es la
cerrazón en un anticomunismo fanático, ese instrumento incondicional de la
reacción y la rigidez índiferenciadora para frenar el pensamiento
independiente, exponer a la persecución cualquier expresión de radicalismo
social y representar el mentiroso cuadro de un mundo en blanco y negro.El
concepto anti es de por sí traicionero, incluso tratándose del antifascismo
(esto quedó demostrado con el colapso de los movimientos de liberación en
Europa tras la Segunda Guerra Mundial). Las negaciones nunca son suficientes,
no basta estar en contra de algo. Es imprescindible tener objetivos propios
para poder vencer con éxito los objetivos de los demás.
Definición de
libertad
Sufrimos también de una falsa propaganda de libertad,
que la romantizan para que sea nihilista y antisocial y se comporte
irresponsablemente, usando sin consideración alguna las posibilidades de la
sociedad para provecho propio. Tenemos que encontrar una nueva definición de
libertad. La libertad verdadera tiene que ponerse en relación con la justicia.
Son dos los sistemas económicos enfrentándose en el
mundo de hoy. Dos bloques de poder económico armados hasta el delirio para una
guerra atómica global. Sus diferencias ideológicas son de un significado
relativamente menor; las diferencias morales son aún más pequeñas.
Lo que ya desde ahora podríamos hacer es contribuir a
esa nivelación económica global apartándonos voluntariamente de nuestras
ventajas como seres privilegiados, no continuar viviendo en la cumbre de lo que
no es más que una montaña de seres expoliados. Hay que poner fin al método de
dar una limosna con una mano' en medio de grandes trompetazos publicitarios,
mientras con la otra, en el mayor de los silencios, robamos muchas veces lo
donado.
El grillete
La verdadera ayuda tiene que componerse de contribuciones
que le permitan al afectado ayudarse a sí mismo, sin dejarle como por descuido
el grillete del endeudamiento. También para nosotros esto podría entrañar la
salvación: contribuir al desmantelamiento de las injusticias que, sin
merecerlo, han elevado a la luz a nuestra parte del mundo.
Creo que este tipo de acción tendría una repercusión
interna muy difícil de calibrar. Nuestro incipiente desgano, nuestra
saturación, tienen quizá que ver con la mala conciencia que tenemos para con
otras partes de la humanidad. Haciendo un aporte a otros pueblos probablemente podremos
salir de la apendicitis de nuestra propia infalibilidad vencer nuestra
indiferencia y liberarnos del absurdo ajetreo de la busca de opulencia y de la
opresión de las necesidades falsas. Cambiar el mundo de esta manera es nuestra
misión común. Y aquí es donde a un trabajador especial como el escritor le es
posible hacer una contribución, en su calidad de intermediario entre la
realidad y la fantasía.
El País
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por dedicarle tu tiempo a mi blog! Espero que la entrada te haya gustado y no dudes en dejar tu opinión en un comentario ♥ (Por favor no dejes spam)