sábado, 19 de noviembre de 2022

Las ferias del libro: entre la decepción y la futilidad

 


Por: Laura Fuentes

A lo largo de mi vida los libros han sido probablemente mi única compañía constante, no es que no tenga una red de amistades valiosas y familia que a veces incluso cumple con aquello que se suele esperar de una familia, no es que no experimente en su momento el amor que pueda brindarte una pareja, pero hasta ahora ninguno de estos vínculos ha logrado comunicarse conmigo al nivel de intensidad que encuentro a leer a Rosario Castellanos, Irma Pineda, Alejandra Pizarnik, Cristina Peri Rossi o Natalia Toledo, en realidad, el problema es mío, encuentro a la realidad poco incitante y como muchas otras antes de mi encuentro en los libros una compañía mejor que muchos personas de carne y hueso.

En realidad, debido a la atribulada vida de trabajo asalariado no suelo darme muchos gustos, pero ir a las diversas ferias del libro es definitivamente uno de ellos, por eso la necesidad de desahogarme escribiendo esta crónica.

Seamos sinceros, en México el modelo de Ferias del libro es una mezcla de compadrazgo y neoliberalismo, del compadrazgo no hay nada para sorprenderse, los oprimidos tienden a reproducir la ideología y prácticas de los opresores siempre que se les da la oportunidad y la cultura en el país no es la excepción, hasta hace unos pocos años publicar sin el visto bueno de Octavio Paz y su camarilla era extremadamente difícil, en el mejor de los casos era simplemente una condena a la marginalidad de por vida, en el peor de ellos el escritor-plagiador (que siempre se jactó de ser un depredador) movería todos los hilos institucionales para destruir la carrera del emergente escritor o escritora ¿acaso las víctimas de Octavio Paz fueron diferentes? Elena Garro, una de sus víctimas más mediáticas fue incluso informante de la policía secreta del PRI entregando a muchos de sus amigos con opiniones políticas de izquierda, el ciclo se ha perpetuado por largos años.

Para participar en una feria del libro el talento es innecesario ante la amistad con los organizadores.

¿Y el neoliberalismo? ¿Acaso es necesario recordar como el modelo empresarial que hace del libro y el autor un material de consumo rápido y frenético? Este modelo se ha encargado de enaltecer a autoras y autores que solo podemos calificar como “pop” por el insulso contenido de sus libros, sus ventas creadas por un cuidadoso marketing y la superficialidad de sus versos o prosas, redactados para satisfacer a un público poco exigente.

De ahí que en el mejor de los casos es ingenuo creer que lo que encontremos en una feria del libro sea diferente, sagas adolescentes, “poesía” del enter y la cursilería, misoginia romantizada y pensamiento mágico del más burdo.

A nadie debería de sorprender que me exprese en estos términos de las ferias del libro oficiales ¿no es acaso una necedad expresarnos de esta forma de ellos? Sin embargo, la mayoría si no es que todas las ferias del libro alternativas o independientes son exactamente iguales, mismos grupos de amigos, mismos boicots, mismas agresiones pasivas y misma lógica empresarial ¿Dónde está el contraste? La única diferencia que veo es que en las ferias oficiales se invita a las grandes editoriales y después se permite a las pequeñas como relleno para cubrir espacio y apariencias, en las ferias alternativas e independientes (y siempre ensalzan esta supuesta independencia) encontramos exactamente las mismas editoriales de las grandes ferias, simplemente excluyendo a los pesos pesados para poder ganar alguna cantidad de notoriedad.

No hay diferencias ideológicas, solo diferencia en el volumen de ventas.

Incluso la imitación del lenguaje de izquierda al servicio de la derecha es idéntica en ambos grupos, no es raro encontrar libros sobre feminismo, ecologismo, antirracismo, anticolonialismo, disidencias sexuales, etc., todas ellas con un lenguaje progre y pulcro de la universidad pública, y, sin embargo, son estas causas sociales son descafeinadas, les han quitado tanto su carácter subversivo que ahora las presentaciones del libro sobre la lucha feminista del siglo pasado son presentadas por diputadas de MORENA que hace unos años eran del PAN, los libros anticoloniales son escritos por los privilegiados hijos del FONCA y sus becas en Europa, incluso los libros que narran las voces de mujeres indígenas zapatistas tienen que ser publicitados primero por un académico, varón, no importa si blanco o mestizo pero varón si quieren ser comprados y leídos por otros académicos que disfrutan demasiado de la torra de marfil.

Las charlas no son mejores, mesas redondas sobre las experiencias sindicales del siglo XX, la represión de los movimientos estudiantiles, homenajes a Roberto Bolaño y la lectura de poemas de algún emergente cuya propuesta literaria se resume en imitar pesimamente a Bukowski ¡un autor que tenía tan poco que decir que todos sus libros son exactamente el mismo!

¿Y qué decir del resto de las ferias del libro? Aquellas cuya ideología es explícitamente de izquierda no necesariamente son mejores.

Las más rescatables son sin duda las feministas, pero no por sus dinámicas, que seamos sinceras, no son muy diferentes, sin embargo, la fragmentación del feminismo significa que no hay un solo feminismo sino múltiples feminismos, esto no impide que surjan camarillas que actúan igual que sus contrapartes masculinas, pero si ha permitido que estas camarillas sean diversas, lo que permite al menos cierta variedad de opiniones, y con esta variedad de opiniones viene una variedad de editoras y escritoras, no siempre me encuentro satisfecha con los libros al terminar de leerlos, en realidad me he llevado bastantes decepciones al leerlas, pero al mientras sigan siendo una mayoría de libros que al terminar de leerlos diga “fue bueno” consideraré que hice una buena inversión de mi tiempo y mi dinero al ir a esa feria en particular.

¿Mi crítica? muchas realmente no han roto con el molde de compadrazgo y neoliberalismo (aunque también bastantes han avanzado en ese sentido, realmente traen un aire fresco al ambiente literario) es el eterno ad hominem, quiero decir, hay muchas cosas que criticarle a los autores varones, estén vivos o muertos ¡especialmente a los vivos! Pero últimamente las charlas sobre literatura feminista se reducen a señalar los pecados de los autores, a veces son imaginarios (seamos sinceras, muchas funas son solo catarsis emocionales en las cuales participamos para sentirnos mejor moralmente con nosotras mismas y en más de una ocasión no nos tomamos el tiempo para verificar siquiera la plausibilidad de la denuncia) pero la mayoría de ellos son reales ¡pero yo no fui a una feria del libro feminista para escuchar sobre los crímenes misóginos de autores muertos sino para escuchar sobre autoras nuevas, olvidadas o clásicas, fui a escuchar sobre las experiencias que ellas me quieren contar!

Aunque no son las ideales, las mejores por ahora me parecen las ferias del libro feminista.

¿Y las ferias del libro marxista? Bueno, para ser los críticos más despiadados del capitalismo mexicano sufren igualmente de los mismos pecados de sus colegas (veces compañeras, e incluso a veces compañeras de vida) feministas, no ahondaré en el asunto ya que hay demasiados paralelismos y ya te he quitado mucho de tu tiempo, solo diré que los mismos vicios de compadrazgo y tratar libros y autores como mercancía son compartidos por feministas y marxistas.

En realidad, las ferias del libro marxistas tienen pocas sorpresas: reducen las múltiples interpretaciones y lecturas de Marx y Engels a la brutalidad y el utilitarismo del marxismo-leninismo, en la mayoría de los puestos solo encuentro a Lenin y algunos de sus apóstoles, el Che Guevara, Ho Chi Ming, Nadezhda Krúpskaya, Louis Althusser, Stalin, Alexandra Kollontai, el subcomandante Galeano, a veces a Mariátegui y de vez en cuando a mi admirada Angela Davis.

Es decir, es obvio que durante el siglo XX la mayoría de los autores marxistas fueron varones, muchos de ellos con experiencia armada o clandestina, la mayoría de los asistentes a ferias del libro marxista son hombres (y no pocos onvres) que sueñan con irse a tirar balazo, quizás este sesgo impide a muchos marxistas disfrutar de autores como Jean-Paul Sartre o Henri Lefebvre, quizás sea por esto que en las ferias del libro marxistas encuentro poca poesía y literatura, además de algunos clásicos soviéticos como Así se templó el acero o La madre, tampoco es raro encontrar libros escritos en la oleada guerrillera inspirada en la revolución cubana (siempre hay algún poemario de Roque Dalton y eso es algo para agradecerse) pero en general en las ferias del libro marxista hay poca poesía ¡lo cual es una lástima! Porque son los propios marxistas quienes se están dando un tiro en el pie al no atreverse a publicar literatura que no sea realismo socialista ¿en verdad no se dan cuenta del poder subversivo de los versos del futurista Vladimir Maiakovski?  Francamente había motivos muy prácticos para adoptar el realismo socialista en la Rusia que heredaron los bolcheviques, pero ¿no es este momento el de recordar que sin las vanguardias futuristas, supremacistas, cubistas y constructivistas los bolcheviques no habrían llegado tan lejos como lo hicieron? ¿Por qué los marxistas no se atreven a intentar algo nuevo?

El servilismo al extranjero no es algo solo de los mexicanos colonizados primero por los españoles y después por los estadounidenses, pero me sorprende ver lo mismo con los marxistas mexicanos, lo peor de esto es que al dedicarse tanto a ensalzar las virtudes de Marx y Lenin hay poco (o ningún) espacio para autores mexicanos ¿Dónde están las reimpresiones de José Revueltas? Es una lástima que la más brillante pluma del marxismo mexicano sea desconocida para la mayoría de los marxistas mexicanos.

¿Y las charlas? Además de explicar por enésima vez porque Trotsky era un traidor o alguna conferencia (prácticamente obligatoria) de sobrevivientes del movimiento armado socialista del siglo pasado, sobre esto último no me arrepiento ya que sin duda la charla sobre mujeres sobrevivientes de la Liga Comunista 23 de Septiembre ha sido una de las experiencias más interesante que he tenido en una feria del libro, sin embargo, esas pocas joyas son escasas.

En conclusión, las ferias del libro marxista son monótonas, si fuiste a una fuiste a todas las demás y no parece que esto vaya a cambiar a corto plazo, son buenas en el sentido que tienen buenos libros, pero son los mismos clásicos que llevan publicitando por largos años y ahí no hay novedad.

¿Y las ferias del libro anarquistas? Confieso que he ido a pocas, pero la mayoría son terriblemente decepcionantes. A pesar de ser mucho más pequeñas se mantiene la misma crítica a las ferias del libro feministas o marxistas, no hay moldes rotos aquí.

Siempre son los mismos libros de Bakunin, Magón, Malatesta y el Comité Invisible, la consabida presentación de un fanzine que no llegará a su tercer número, siempre las mismas charlas sobre el espejismo que representa la autonomía zapatista o sobre el marxismo como la otra cara del fascismo (una declaración tan absurda en tantos niveles históricos e ideológicos que solo podría venir de la boca de algún delirante lector de Alfredo Bonnano) o algún taller de hula hula, sobre reparación de bicicletas o como extraer el tetrahidrocanabidol para elaborar diversos postres.

En realidad en las pocas ferias del libro anarquistas a las que fui deberían de cambiar su nombre a ferias anticomunistas, esto porque los anarquistas son demasiado pragmáticos sobre con quienes aliarse para luchar contra los comunistas, la primera feria del libro a la que fui tuve sorpresa al encontrar libros (piratas, eso sí) de Ezra Pound, Federico Nietzsche, Max Stirner o Ayn Rand, en otras (la mayoría de hecho) solo he alzado los ojos ante ironías como vender a Sorel junto a Durruti, pero la última feria del libro anarquista a la que acudí además de la enésima reedición de “Rebelión en la granja” y “Homenaje a Cataluña” junto a Emile Armand, Emma Goldman y Gustavo Rodríguez encontré a Ernst Jünger, Troy Southgate y Oswald Spengler, me alejé lo más rápido que pude de esa cueva donde los maníacos de la acción directa estrechan su mano con aquellos morenazis que en definitiva no son arios de ojos azules y cabello rubio.

Conclusión: varias ferias del libro anarquista deberían de llamarse ferias del libro anticomunista.

En fin, poco más puedo añadir a esta crónica de despecho ¿Qué espero? Que el panorama de las ferias del libro en México mejore, no tengo muchas esperanzas a ello a corto plazo, pero no por ello dejaré de acudir a las ferias, continuaré acudiendo porque estoy enamorada de los libros y porque mantengo la ilusión que estas ferias cambien y que lo hagan para mejor.


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