Por:
Laura Fuentes
A lo largo de mi vida los libros han sido probablemente mi única compañía constante, no es que no tenga una red de amistades valiosas y familia que a veces incluso cumple con aquello que se suele esperar de una familia, no es que no experimente en su momento el amor que pueda brindarte una pareja, pero hasta ahora ninguno de estos vínculos ha logrado comunicarse conmigo al nivel de intensidad que encuentro a leer a Rosario Castellanos, Irma Pineda, Alejandra Pizarnik, Cristina Peri Rossi o Natalia Toledo, en realidad, el problema es mío, encuentro a la realidad poco incitante y como muchas otras antes de mi encuentro en los libros una compañía mejor que muchos personas de carne y hueso.
En realidad, debido a la atribulada vida de
trabajo asalariado no suelo darme muchos gustos, pero ir a las diversas ferias
del libro es definitivamente uno de ellos, por eso la necesidad de desahogarme
escribiendo esta crónica.
Seamos sinceros, en México el modelo de
Ferias del libro es una mezcla de compadrazgo y neoliberalismo, del compadrazgo
no hay nada para sorprenderse, los oprimidos tienden a reproducir la ideología
y prácticas de los opresores siempre que se les da la oportunidad y la cultura
en el país no es la excepción, hasta hace unos pocos años publicar sin el visto
bueno de Octavio Paz y su camarilla era extremadamente difícil, en el mejor de
los casos era simplemente una condena a la marginalidad de por vida, en el peor
de ellos el escritor-plagiador (que siempre se jactó de ser un depredador)
movería todos los hilos institucionales para destruir la carrera del emergente
escritor o escritora ¿acaso las víctimas de Octavio Paz fueron diferentes?
Elena Garro, una de sus víctimas más mediáticas fue incluso informante de la policía
secreta del PRI entregando a muchos de sus amigos con opiniones políticas de
izquierda, el ciclo se ha perpetuado por largos años.
Para participar en una feria del libro el talento es
innecesario ante la amistad con los organizadores.
¿Y el neoliberalismo? ¿Acaso es necesario
recordar como el modelo empresarial que hace del libro y el autor un material
de consumo rápido y frenético? Este modelo se ha encargado de enaltecer a
autoras y autores que solo podemos calificar como “pop” por el insulso
contenido de sus libros, sus ventas creadas por un cuidadoso marketing y la
superficialidad de sus versos o prosas, redactados para satisfacer a un público
poco exigente.
De ahí que en el mejor de los casos es
ingenuo creer que lo que encontremos en una feria del libro sea diferente,
sagas adolescentes, “poesía” del enter y la cursilería, misoginia romantizada y
pensamiento mágico del más burdo.
A nadie debería de sorprender que me exprese
en estos términos de las ferias del libro oficiales ¿no es acaso una necedad
expresarnos de esta forma de ellos? Sin embargo, la mayoría si no es que todas
las ferias del libro alternativas o independientes son exactamente iguales,
mismos grupos de amigos, mismos boicots, mismas agresiones pasivas y misma
lógica empresarial ¿Dónde está el contraste? La única diferencia que veo es que
en las ferias oficiales se invita a las grandes editoriales y después se
permite a las pequeñas como relleno para cubrir espacio y apariencias, en las
ferias alternativas e independientes (y siempre ensalzan esta supuesta
independencia) encontramos exactamente las mismas editoriales de las grandes
ferias, simplemente excluyendo a los pesos pesados para poder ganar alguna
cantidad de notoriedad.
No hay diferencias ideológicas, solo diferencia en el volumen
de ventas.
Incluso la imitación del lenguaje de
izquierda al servicio de la derecha es idéntica en ambos grupos, no es raro
encontrar libros sobre feminismo, ecologismo, antirracismo, anticolonialismo,
disidencias sexuales, etc., todas ellas con un lenguaje progre y pulcro de la
universidad pública, y, sin embargo, son estas causas sociales son
descafeinadas, les han quitado tanto su carácter subversivo que ahora las
presentaciones del libro sobre la lucha feminista del siglo pasado son
presentadas por diputadas de MORENA que hace unos años eran del PAN, los libros
anticoloniales son escritos por los privilegiados hijos del FONCA y sus becas
en Europa, incluso los libros que narran las voces de mujeres indígenas
zapatistas tienen que ser publicitados primero por un académico, varón, no
importa si blanco o mestizo pero varón si quieren ser comprados y leídos por
otros académicos que disfrutan demasiado de la torra de marfil.
Las charlas no son mejores, mesas redondas
sobre las experiencias sindicales del siglo XX, la represión de los movimientos
estudiantiles, homenajes a Roberto Bolaño y la lectura de poemas de algún
emergente cuya propuesta literaria se resume en imitar pesimamente a Bukowski
¡un autor que tenía tan poco que decir que todos sus libros son exactamente el
mismo!
¿Y qué decir del resto de las ferias del
libro? Aquellas cuya ideología es explícitamente de izquierda no necesariamente
son mejores.
Las más rescatables son sin duda las
feministas, pero no por sus dinámicas, que seamos sinceras, no son muy
diferentes, sin embargo, la fragmentación del feminismo significa que no hay un
solo feminismo sino múltiples feminismos, esto no impide que surjan camarillas
que actúan igual que sus contrapartes masculinas, pero si ha permitido que
estas camarillas sean diversas, lo que permite al menos cierta variedad de
opiniones, y con esta variedad de opiniones viene una variedad de editoras y
escritoras, no siempre me encuentro satisfecha con los libros al terminar de
leerlos, en realidad me he llevado bastantes decepciones al leerlas, pero al mientras
sigan siendo una mayoría de libros que al terminar de leerlos diga “fue bueno”
consideraré que hice una buena inversión de mi tiempo y mi dinero al ir a esa
feria en particular.
¿Mi crítica?
muchas realmente no han roto con el molde de compadrazgo y neoliberalismo
(aunque también bastantes han avanzado en ese sentido, realmente traen un aire
fresco al ambiente literario) es el eterno ad hominem, quiero decir, hay muchas
cosas que criticarle a los autores varones, estén vivos o muertos ¡especialmente
a los vivos! Pero últimamente las charlas sobre literatura feminista se reducen
a señalar los pecados de los autores, a veces son imaginarios (seamos sinceras,
muchas funas son solo catarsis emocionales en las cuales participamos
para sentirnos mejor moralmente con nosotras mismas y en más de una ocasión no
nos tomamos el tiempo para verificar siquiera la plausibilidad de la
denuncia) pero la mayoría de ellos son reales ¡pero yo no fui a una feria del
libro feminista para escuchar sobre los crímenes misóginos de autores muertos
sino para escuchar sobre autoras nuevas, olvidadas o clásicas, fui a escuchar
sobre las experiencias que ellas me quieren contar!
Aunque no son las ideales, las mejores por ahora me parecen
las ferias del libro feminista.
¿Y las ferias del libro
marxista? Bueno, para ser los críticos más despiadados del
capitalismo mexicano sufren igualmente de los mismos pecados de sus colegas
(veces compañeras, e incluso a veces compañeras de vida) feministas, no
ahondaré en el asunto ya que hay demasiados paralelismos y ya te he quitado
mucho de tu tiempo, solo diré que los mismos vicios de compadrazgo y tratar
libros y autores como mercancía son compartidos por feministas y marxistas.
En realidad, las ferias del libro marxistas
tienen pocas sorpresas: reducen las múltiples interpretaciones y lecturas de
Marx y Engels a la brutalidad y el utilitarismo del marxismo-leninismo, en la
mayoría de los puestos solo encuentro a Lenin y algunos de sus apóstoles, el
Che Guevara, Ho Chi Ming, Nadezhda Krúpskaya, Louis Althusser, Stalin, Alexandra
Kollontai, el subcomandante Galeano, a veces a Mariátegui y de vez en
cuando a mi admirada Angela Davis.
Es decir, es obvio que durante el siglo XX
la mayoría de los autores marxistas fueron varones, muchos de ellos con
experiencia armada o clandestina, la mayoría de los asistentes a ferias del
libro marxista son hombres (y no pocos onvres) que sueñan con irse a
tirar balazo, quizás este sesgo impide a muchos marxistas disfrutar de autores
como Jean-Paul Sartre o Henri Lefebvre, quizás sea por esto que en las ferias
del libro marxistas encuentro poca poesía y literatura, además de algunos
clásicos soviéticos como Así se templó el acero o La madre, tampoco
es raro encontrar libros escritos en la oleada guerrillera inspirada en la
revolución cubana (siempre hay algún poemario de Roque Dalton y eso es algo
para agradecerse) pero en general en las ferias del libro marxista hay poca
poesía ¡lo cual es una lástima! Porque son los propios marxistas quienes se
están dando un tiro en el pie al no atreverse a publicar literatura que no sea
realismo socialista ¿en verdad no se dan cuenta del poder subversivo de los
versos del futurista Vladimir Maiakovski? Francamente había motivos muy prácticos para
adoptar el realismo socialista en la Rusia que heredaron los bolcheviques, pero
¿no es este momento el de recordar que sin las vanguardias futuristas,
supremacistas, cubistas y constructivistas los bolcheviques no habrían llegado
tan lejos como lo hicieron? ¿Por qué los marxistas no se atreven a intentar
algo nuevo?
El servilismo al extranjero no es algo solo
de los mexicanos colonizados primero por los españoles y después por los
estadounidenses, pero me sorprende ver lo mismo con los marxistas mexicanos, lo
peor de esto es que al dedicarse tanto a ensalzar las virtudes de Marx y Lenin
hay poco (o ningún) espacio para autores mexicanos ¿Dónde están las
reimpresiones de José Revueltas? Es una lástima que la más brillante pluma del
marxismo mexicano sea desconocida para la mayoría de los marxistas mexicanos.
¿Y las charlas? Además de explicar por
enésima vez porque Trotsky era un traidor o alguna conferencia (prácticamente
obligatoria) de sobrevivientes del movimiento armado socialista del siglo
pasado, sobre esto último no me arrepiento ya que sin duda la charla sobre
mujeres sobrevivientes de la Liga Comunista 23 de Septiembre ha sido una de las
experiencias más interesante que he tenido en una feria del libro, sin embargo,
esas pocas joyas son escasas.
En conclusión, las ferias del libro marxista
son monótonas, si fuiste a una fuiste a todas las demás y no parece que esto
vaya a cambiar a corto plazo, son buenas en el sentido que tienen buenos
libros, pero son los mismos clásicos que llevan publicitando por largos años y
ahí no hay novedad.
¿Y las ferias del libro anarquistas?
Confieso que he ido a pocas, pero la mayoría son terriblemente decepcionantes. A
pesar de ser mucho más pequeñas se mantiene la misma crítica a las ferias del
libro feministas o marxistas, no hay moldes rotos aquí.
Siempre son los mismos libros de Bakunin,
Magón, Malatesta y el Comité Invisible, la consabida presentación de un fanzine
que no llegará a su tercer número, siempre las mismas charlas sobre el
espejismo que representa la autonomía zapatista o sobre el marxismo como la
otra cara del fascismo (una declaración tan absurda en tantos niveles
históricos e ideológicos que solo podría venir de la boca de algún delirante
lector de Alfredo Bonnano) o algún taller de hula hula, sobre reparación de
bicicletas o como extraer el tetrahidrocanabidol para elaborar diversos
postres.
En realidad en las pocas ferias del libro
anarquistas a las que fui deberían de cambiar su nombre a ferias
anticomunistas, esto porque los anarquistas son demasiado pragmáticos
sobre con quienes aliarse para luchar contra los comunistas, la primera feria
del libro a la que fui tuve sorpresa al encontrar libros (piratas, eso sí) de
Ezra Pound, Federico Nietzsche, Max Stirner o Ayn Rand, en otras (la mayoría de
hecho) solo he alzado los ojos ante ironías como vender a Sorel junto a
Durruti, pero la última feria del libro anarquista a la que acudí además de la
enésima reedición de “Rebelión en la granja” y “Homenaje a Cataluña” junto a Emile
Armand, Emma Goldman y Gustavo Rodríguez encontré a Ernst Jünger, Troy
Southgate y Oswald Spengler, me alejé lo más rápido que pude de esa cueva donde
los maníacos de la acción directa estrechan su mano con aquellos morenazis que
en definitiva no son arios de ojos azules y cabello rubio.
Conclusión: varias ferias del libro anarquista deberían de
llamarse ferias del libro anticomunista.
En fin, poco más puedo añadir a esta crónica
de despecho ¿Qué espero? Que el panorama de las ferias del libro en México
mejore, no tengo muchas esperanzas a ello a corto plazo, pero no por ello
dejaré de acudir a las ferias, continuaré acudiendo porque estoy enamorada de
los libros y porque mantengo la ilusión que estas ferias cambien y que lo hagan
para mejor.
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