Uno de los grandes
escritores nunca laureados con el premio Nobel, Jorge Luis Borges, recordó en
uno de sus ensayos una idea de Walter Pater: “todas las artes aspiran a la
condición de música”.
Cualquiera que sepa
cantar y recitar de memoria sabe que es mucho más fácil recordar una canción
que un poema. El añadido musical, el auxilio de un ritmo y una melodía, son una
ayuda mnemotécnica. Basta tararear pocas veces la letra de un bolero para
cantarlo sin equivocarnos; la letra de una poesía en verso libre se fija con
más esfuerzo. Por este motivo es posible que la poesía, quizá el arte verbal
más antiguo, antes de la invención de la escritura, fuera prevalentemente no
solo oral, sino también musicalizada, cantada. Cantar la poesía (cantos
homéricos, cantares de gesta, trovadores, juglares) era una manera de
transmitirla y preservarla bien en la memoria colectiva de un pueblo. Lo mismo
ocurre en la cultura popular (generalmente iletrada): cantar una copla es una
manera de preservar la letra.
En este sentido, si nos
atenemos a la antigüedad de los cantos poéticos, sería fácil encontrar los
antecedentes más ilustres para el Premio Nobel de Literatura concedido al cantautor Bob Dylan. Aunque no sepamos exactamente cómo se cantaba la
Odisea, lo más probable es que esta se haya preservado bien gracias a que fue
cantada durante siglos antes de ser finalmente trasladada a la escritura.
Así pues que premiar
con el Nobel de Literatura a un cantante, más que un anuncio del futuro, parece
más bien un regreso al pasado, a los orígenes populares y juglarescos de la
poesía. Pero, ¿es eso lo que entendemos hoy por literatura? Creo que no; creo
que premiar algo que (pese a la indudable calidad de algunas letras de Dylan)
se apoya y se ha hecho mundialmente famoso gracias al soporte de la melodía, es
ampliar la definición de lo literario de un modo que, entonces, tendría que
abarcar también al cine, a las series de televisión, a los youtubers. No es que
esta ampliación me escandalice; simplemente me parece que enturbia las aguas.
Actuando así, la Academia Sueca no nos da a conocer un gran poeta, sino que se
celebra a sí misma con la popularidad del premiado y con la alegría de sus
millones de fans reivindicados.
El problema de las
canciones como fenómeno literario es que sin el sostén de la melodía la mayoría
de sus versos contemporáneos (leídos sin música) resultan banales, llenos de
ripios que no se notan cantados, pero sí en el silencio de la lectura. No dudo
que una canción de José Alfredo conmueva hasta las lágrimas, si se oye con su
voz y su mariachi, pero leída no produce el hondo efecto emotivo y estético de
los grandes poemas. Bob Dylan es un gran artista que combina música, letra y
compromiso (antes político y ahora cristiano), y por esa combinación ha
recibido reconocimiento, fama, dinero, premios por centenares. Pero el aspecto
netamente literario (que es letra, palabra) de su ejercicio artístico es muy
inferior a lo que consigue un gran poeta. Así mismo los grandes guiones de
cine, leídos sin el auxilio de las imágenes, la música y los buenos actores,
suelen tener también un déficit literario, precisamente porque otras artes
(fotografía, actuación, música, escenografía) suplen o complementan lo que las
palabras no alcanzan.
Gocé en mi juventud la
música de Dylan, y sus viejos álbumes todavía me encantan. Pero este premio
solo le añade confusión a un mundo ya confuso. Este premio alegra más a los
fans de la música popular que a quienes amamos la lectura (“escuchar con los
ojos”) y los libros.
El espectador | Héctor Abad Faciolince
¿Tú crees que la música es literatura? Cuéntanos el porqué en los comentarios
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Muchas gracias por dedicarle tu tiempo a mi blog! Espero que la entrada te haya gustado y no dudes en dejar tu opinión en un comentario ♥ (Por favor no dejes spam)